¿Has notado que durante las últimas semanas has comenzado a comer mucho más que antes y sin razón alguna? La verdad es que a muchas nos está pasando, por lo que no debes alarmarte demasiado pues no solo te pasa a ti, aunque sí debes saber que no es normal y que se debe a algo en específico.
Te aseguro que algunas notaron ese ingesta de alimentos extra a partir de que comenzó el confinamiento derivado por la contingencia de salud por el Covid-19, pero algunas otras personas ya arrastraban este problema desde mucho tiempo atrás.
¿Hambre real o emocional?
Como lo lees, debemos identificar si el hambre que tenemos es real o emocional, principalmente desde el momento en que somos conscientes de que vamos a tomar algo de comida, pues existen algunos factores que influyen completamente para que nuestra alimentación se vea afectada.
El hambre real es aquella que como sabemos viene del estómago, es nuestro propio cuerpo pidiéndonos algún alimento para proporcionarle nutrientes y energía para continuar con las actividades diarias, cosa contraria con el hambre emocional.
¿Qué es el hambre emocional?
El hambre emocional está completamente ligada a las emociones, como su nombre lo dice, y es que la frustración, estrés, preocupación, tristeza o algún malestar personal son lo que la provocan.
En el hambre emocional es nuestra mente quien pide el alimento, como un escape a todo lo que sucede de manera externa, que por lo general son situaciones que no podemos controlar. De esta forma al comer, nuestra mente y pensamientos se enfocan en algo completamente diferente a la realidad; en otras palabras, nuestra mente usa la comida como un escape.
Cientos de personas tienen hambre emocional
Ahora que sabes que el hambre emocional se genera debido a todas emociones que nuestra mente y organismo no pueden asimilar, es momento de que sepas por qué cientos o quizá miles de personas en todo el mundo tienen hambre emocional.
Ahora más que nunca las emociones de cientos de personas se encuentran alteradas, pues honestamente todos hemos pasado por mucho en muy poco tiempo, y es entendible que nuestra conducta alimenticia se vea afectada.
Hay varias razones por las que comemos y pueden ser:
- Porque estamos preocupadas y comenzamos a tener ansiedad.
- Nuestra mente encuentra refugio en la comida, porque al ingerirla nos sentimos bien.
- Estamos evitando algo que sin duda alguna debemos de prestarle atención, aunque no lo deseemos.
- Comenzamos a entrar en depresión y la comida se convierte en nuestra compañera.
¿Por qué lo identificamos hasta ahora?
Quizá ya teníamos hambre emocional desde hace meses, pero nunca nos habíamos percatado de ello porque nuestro cuerpo estaba en constante movimiento; es decir, gastaba las calorías que ingería.
Pero no fue hasta que comenzamos a estar por tiempo indefinido en casa, con una vida más sedentaria y solo caminando algunas decenas de pasos al día, cuando nos percatamos que comenzamos no solo a subir de peso sino a comer aún más, porque no comemos por tener hambre real, sino que estamos tan cansadas y abrumadas por todo lo que sucede afuera, que la comida se ha convertido en un buen refugio para muchas.
¡Trabaja en ello!
Primero debes saber algo: el hambre emocional no se elimina, se trabaja con ella y así es como se aprende a controlarla. Algo primordial que debes hacer es preguntarte ¿de dónde nace esta necesidad de comer?, ¿cómo te sientes?, ¿qué es lo que verdaderamente necesitas para sentirte bien?
Si logras identificar de manera sencilla las razones por las que comes de esa forma, es más sencillo encontrar la forma de controlarlo, aunque siempre es recomendable hablarlo con un terapeuta, de esta forma te podrá decir lo que puedes hacer.
Y algo muy importante: la comida y tus emociones no son tus enemigos, solo debemos de aprender a escucharnos.