Examen de cálculo mañana a las 10, terminar proyecto de Física para hoy por la tarde, cita con el dentista a las 6, pagar las cuentas y además llevar mañana a Buddo al veterinario, es demasiado ¿no crees? Lo peor de todo es que no puedes aplazarlo más tiempo, pues ya lo hiciste muchas veces antes; en pocas palabras, fuiste demasiado floja.
Pero, ¿y si en realidad no fuera así? En realidad esa sensación de aplazar cuando te sientes presionada o con miles de tareas por hacer se puede deber a algo mucho más delicado que el ser floja, pues puedes padecer tristeza crónica, depresión o inclusive ansiedad.
¿Por qué aplazamos?
Básicamente lo hacemos por la incapacidad para manejar nuestros estados de ánimo referentes a la actividad que tenemos que realizar. Aunque muchas personas no lo vean así (como nuestras madres, jefes o compañeros de equipo), nuestro estado de ánimo sí interfiere en nuestra decisión de retrasar.
¿Ante qué situaciones lo hacemos?
Por lo general es ante situaciones que no deseamos realizar, como tareas o trabajos que nos parecen innecesarios o aburridos, de forma que los postergamos pues creemos que cualquier otra actividad es mejor y más divertida, pero eso no quiere decir que las olvidemos, solo las dejamos hasta el último momento.
Relación amor-odio con el aplazamiento
A todas nos pasa, cuando decidimos aplazar nos sentimos libres, cómodas y en una zona de relajación que amamos, y nuestro pensamiento en esos momentos es “¡qué genial idea tuve al decidir hacer esto!” Pero cuando llega la hora de comenzar a trabajar en la tarea que aplazaste y ves que no llega a su fin y el tiempo se te acaba pasa todo lo contrario, pues piensas “¿en qué momento creí que dejarlo para el final sería buena idea?”
Lo anterior se debe a que no sabemos manejar nuestras emociones, entre ellas la inseguridad, frustración, tristeza crónica o depresión.
Esas emociones ¡no son malas!
Es verdad que todas esas emociones las consideramos como negativas, pero al contrario de lo que creemos son completamente necesarias en nuestra vida, pues ayudan al reajuste psicológico de nuestro organismo, pero debemos de saber distinguir cuando comienzan a causarnos problemas emocionales más graves o nos impiden seguir con nuestra vida normal.
Diferencia el aplazamiento de la tristeza crónica
Muchas ocasiones creemos que el sentirnos desganadas y con flojera es parte del aplazamiento, pero no nos damos cuenta cuando esta es demasiado recurrente, por lo que debemos de aprender a diferenciarlas y trabajar con la tristeza crónica para que no se convierta en depresión o un problema psicológico más grave.
- Aplazamos por una situación en específico que no deseamos hacer, la tristeza crónica aparece sin razón alguna.
- A diferencia de la flojera que es es por un tiempo definido, la tristeza crónica suele ser permanente.
- El aplazamiento por flojera no afecta nuestro ritmo de vida, pero el aplazamiento por tristeza crónica afecta no solo nuestra vida personal, sino también la laboral y social.