Un día eres joven, vives en casa de tus padres, te preocupas por la escuela, por el amor de verano y, claro, por tener el nuevo disco de tu banda favorita. Pero en un abrir y cerrar de ojos todo termina, te conviertes en adulto, las deudas tocan a tu puerta, el desempleo es real y lo peor de todo… tu canción favorita ya es considerada un nuevo clásico del rock.
Despertar con esta noticia no es tan fácil de asimilar pues te hace cuestionarte en qué momento surgieron grupos nuevos, por qué ya nadie aprecia la música de antes y en qué momento envejeciste. Pero te pones los audífonos, subes el volumen y vuelves a escuchar esas canciones que te alejan de la vida cotidiana con su ritmo sin igual.