Con ayuda de la tecnología, cada vez es más fácil para los arqueólogos mostrar cómo ha evolucionado el cuerpo humano a lo largo de la historia, pues debido a los restos de cuerpos y cráneos que se han encontrado desde hace miles de años, pueden comparar la evolución y cambio físico que han tenido las personas.
Para muestra está un grupo de científicos que recientemente mostró cómo luce la cara de la mujer más antigua del mundo, basándose en su cráneo, que fue hallado en 1881 y, según los estudios, se cree que la persona vivió hace 31 mil años.
El encargado de encontrar el cráneo de esta mujer, que en un principio se creyó que se trataba de un varón, fue el arqueólogo austrohúngaro Josef Szombathy, quien halló la pieza en la cueva principal del sitio arqueológico de Mladeč, un pueblo en República Checa, cráneo que se considera uno de los Homo sapiens más antiguos de la historia.
La tecnología permitió hacer comparaciones de las características con otros fósiles encontrados en el yacimiento y reveló que se trataba de una mujer que vivió durante el Auriñaciense, parte del período Paleolítico superior, y que murió alrededor de los 17 años, hace aproximadamente 31 mil años.
El cráneo estaba incompleto desde que fue encontrado, ya que le faltaba la parte de la mandíbula inferior, así que los investigadores hicieron uso de donantes virtuales para ver qué tipo de rostro se adecuaba más para la recuperación facial. Tras probar varios prototipos, se halló que con quien tuvo más afinidad fue con caras de personas asiáticas y brasileñas, existiendo una gran compatibilidad en la parte de los ojos y la nariz con ese tipo de individuos.
Tuvimos que reconstruir el cráneo y para eso usamos datos estadísticos de promedio y proyecciones extraídos de unas 200 tomografías computarizadas de humanos modernos y de excavaciones arqueológicas pertenecientes a diferentes grupos de población, incluidos europeos, africanos y asiáticos. Esto nos permitió proyectar regiones faltantes del rostro humano.
– Cicero Moraes, experto gráfico y coautor del libro ‘A Live Science’
Tras varios intentos deformando huesos y el tejido blando hasta encontrar la cara a la que buscaban aproximarse, los científicos crearon dos versiones de prototipos para mostrar cómo luciría el rostro de la que es considerada la “mujer más antigua del mundo”. En una imagen la representaron sin pelo, con los ojos cerrados y en una escala de grises, mientras que en la segunda, la mostraron con cabello, los ojos abiertos, a color y con detalles adicionales, como vello facial, cejas, pestañas, ilustración que la hace tener un aspecto mucho más expresivo.
La imagen simple ilustra un enfoque más científico y la imagen compuesta, un enfoque más artístico. El primero ofrece una volumetría basada en datos y anatomía real y el segundo crea un símbolo popular, que funciona como señuelo para que cualquier interesado pueda crear una identificación empática con el individuo y pueda buscar más información.