Los cambios de la vida a menudo nos conducen a realizar sacrificios, y el mío fue abandonar la danza. La escuela me ofrecía muchas oportunidades increíbles, por eso no podía seguir bailando de forma constante, así que era momento de pasar ese capítulo tan importante de mi vida.
Si algunas de ustedes, chicas, también han dejado de bailar, entenderán que esto no es una cosa fácil de hacer. Hay una larga lista de cosas que siempre vas a recordar.
1. La adrenalina
No hay sensación más grande en el mundo que hacer lo que amas frente a una gran multitud. No importa cuántas veces lo hubieras hecho antes delante de tu familia y amigos, presentarte en público siempre te produjo –al igual que la danza misma– un cierto tipo de adrenalina que no puede ser remplazarla por nada. Una vez que dejas de bailar, es difícil encontrar este sentimiento en otros aspectos de tu vida.
2. Esos hábitos extraños que tienen los bailarines
¿Recuerdas cuando veías la televisión en posiciones extrañas que tu familia no entendía?,¿Recuerdas los conteos 5, 6, 7, 8 para marcar el tiempo en clase? Hay ciertas cosas que las bailarinas hacen inconscientemente en la vida cotidiana que grita: “¡Yo soy una bailarina!”
Nunca te das cuenta de que estaban allí hasta que te encuentras haciéndolas cada vez menos, porque los hábitos se desvanecen y también lo hacen esos pedazos de ti.
3. El caos
Suena raro, ¿no? Bueno, es cierto. Cuando te alejas de tus horarios naturalmente caóticos que consisten en prácticas, ensayos y actuaciones, existe un gran ajuste. Al final del día, la locura siempre valía la pena.
4. El escape
Aunque el baile quizá añadió un poco de estrés a tu vida, de alguna manera también se lo llevó. Siempre fue un trance en el que podías perderte sin tener que pensar en nada. Siempre que la vida era difícil de controlar, la danza fue algo que te permitió escapar de la realidad, y ahora a menudo te sientes perdida sin ella. Es difícil saber que no tienes más clases de baile por la noche y que ahora tienes que encontrar otras maneras para lidiar con tu ocupada vida.
5. Ser flexible
¿Aún recuerdas el esfuerzo que hiciste para lograrlo? Años y años de entrenamientos te dieron la capacidad de ser flexible y poco a poco estás perdiendo esa habilidad. Conforme pasa el tiempo, bailas cada vez menos, y tus músculos largos olvidan lo bien que se siente estirarse.
6. Despertar con el dolor
No hay entrenamiento que te envuelva completamente a ti misma como el de perderte en la música de un baile. Los bailarines siempre pueden despertarse por la mañana sintiendo el dolor que de cierta manera les recuerda lo que valió la pena. Siempre fue un buen tipo de dolor.
7. El vestuario y el maquillaje
La danza fue la excusa que tenías para usar un traje llamativo y demasiado maquillaje, ¿y ahora qué? Echas de menos las pestañas postizas, el olor eterno a laca para el cabello y los trajes brillantes que dejan algunas marcas. No sabes por qué, pero te encantó todo esto.
8. Bailar junto a tus mejores amigos
Si era un grupo, una compañía de baile o una clase de danza, eran los mejores amigos; los que se entendían de una manera en que otras personas no podían. Sabían lo que era la presión, la lucha y la pasión detrás del baile, porque llegaron a bailar juntos todos los días. A su lado creciste, confiaste en ellos y ellos confiaron en ti, y compartieron una cantidad infinita de horas locas de baile.