Para mí, mi abuela fue como una segunda mamá pero en una versión mejorada. Nunca me regañaba, al contrario, me defendía cuando mamá quería usar mano dura conmigo. Ir a su casa era como ir a un parque de diversiones, sabía que iba a encontrar golosinas, refresco, mi comida favorita, galletas y cualquier cosa que en casa sólo podía comer de vez en cuando.
Visitarla siempre era una experiencia única. Esperaba impaciente la llegada del fin de semana para rogarle a mamá que me dejará quedarme con la abuela. Amaba escuchar sus platicas sobre cómo era la vida cuando ella era joven, pasar horas sentada en el sillón viendo programas absurdos de televisión y descubrir miles de extraños objetos que sólo en su casa podía encontrar. Si tú también tuviste la fortuna de tener una abuela, entonces en su casa siempre veías esto: