La tecnología ha mejorado nuestra vida de una manera impactante, podemos realizar compras en línea en otros países, aprender idiomas, mantenernos informadas de los acontecimientos más importantes y en especial, comunicarnos con quien sea y dónde sea que esté uno y el otro.
Las apps han sido fundamentales para que envíes mensajes a tu novio a media noche o sepas los gustos de tu crush. Lamentablemente no todo lo que brilla es oro, en especial si hablamos del WhatsApp y sus grupos, donde no falta quien mande cadenas de oraciones, venda productos varios, comparta chismes o te de por visto y no conteste. Pero por alguna extraña razón, permanecemos en ellos…
Existen todo tipo de grupos
El de la nostalgia con amigas desde el preescolar hasta la universidad, el de las vecinas chismosas, el del trabajo, el los hermanos, el de tus mejores amigas, etc. Hay tantos chats como personas en tu lista de contactos. Las posibilidades son ilimitadas.
Estar en un grupo puede ser más que molesto…
Si estás en un chat es porque quieres (casi siempre), pero hay algunas personas a las que se les olvida lo que está permitido y lo que no… Por ejemplo, los que platican su vida y obra para que todos se enteren, o aquellos que mandan mensajes deseando un buen día, a las 6 de la mañana en domingo.
Hay personas que solo quieren ver el mundo arder
Aunque WhatsApp sea una herramienta que nos facilita la comunicación con nuestros seres queridos, también nos aleja de ellos. Años atrás recibías cartas, regalos y hasta una fiesta sorpresa por tu cumpleaños, hoy tus amigos crean un grupo llamado ‘Feliz Cumpleaños’, te felicitan con la frase más corta que pueden y te envían un emoticon.
Tal vez deberíamos recordar el valor de la comunicación persona a persona y solo usar la tecnología cuando sea necesario.
Lo imperdonable…
No contestar. Las palomitas azules nos vuelven locas, al parecer perdimos la tolerancia, creemos que los demás están para atendernos de inmediato y olvidamos que ellos también tienen cosas que hacer.
Cuando la respuesta ha demorado demasiado tiempo, solo hay dos interpretaciones: una falta de respeto e interés por parte de la otra persona, o que la persona con quien chateamos sea tan distraída que olvide contestar.
Todo tiene su lado B
El gran peligro del chat es que todo lo que escribimos puede ser usado en nuestra contra.
Al final, todas tenemos una historia en WhatsApp y la vida sin esa aplicación no sería la misma.
Sin embargo, recordemos comunicarnos en persona, salir y disfrutar de un café sin mirar el móvil cada cinco minutos, festejar un cumpleaños con una sorpresa y besar a nuestra pareja de manera intensa, no con un emoji.