El cabello rojizo es el más raro y difícil de encontrar, tan solo un dos por ciento de la población mundial nace siendo pelirrojo natural. Esta minoría tiene una biología única: además de su peculiar coloración de cabello, vienen acompañados de una piel nívea, muchas pecas y generalmente tienen ojos claros.
Erin La Rosa es autora de The Big Redhead Book: Inside the Secret Society of Red Hair (El gran libro de los pelirrojos: dentro de la sociedad secreta del cabello rojo) y ha revelado un número de hechos maravillosos sobre las personas con cabello naranja o rojizo.
Es difícil saber qué creer. Nuestros ojos no están naturalmente dibujados para abrazar el ardiente cabello rojo, nuestra sociedad nos envía mensajes mezclados acerca de lo que significa ser pelirrojo (algunos buenos, otros no tanto).
Son los unicornios del mundo humano
La Rosa revela varios datos científicos y geniales acerca de las cabezas rojas:
Piensa en ello: somos raros (solo un dos por ciento de la población mundial), somos hermosos (hola, Jessica Chastain) y tenemos la habilidad de volar (ve a cualquier miembro de los Weasley en Harry Potter).
El gen que les da el color les otorga superpoderes
Las investigaciones arrojan que los cabeza de zanahoria tienen una tolerancia más amplia al dolor gracias a una mutación de su gen MC1R, el mismo que les da el color de cabello. Un estudio de la McGill University en 2003 descubrió que pueden tolerar un 25 por ciento más dolor que las demás personas.
La biología los ha dotado con más resistencia
La University of Louisville encontró que las pelirrojas necesitan 20 por ciento más de anestesia para sentir su efecto. Lo que significa que la mutación les da literalmente más fuerza que al resto de las personas; también hace que necesiten menos vitamina D, porque su cuerpo produce más y en menor tiempo que el resto de los mortales.
Saben cuando se acerca el invierno
No todo es miel sobre hojuelas, en 2005 la University of Louisville observó que el gen MC1R también hace que las pelirrojas sean más sensibles a los cambios de temperatura. Se agobian más fácilmente con el calor y se congelan más rápido con el frío.