Tal vez cuando eras pequeña odiabas las aceitunas, el chocolate amargo y hasta a los adultos que bebían alcohol en tus fiestas de cumpleaños. Pero ahora todo ha cambiado y no puedes ni imaginar un fin de semana sin tomar una cerveza, comer aceitunas o chocolate amargo. Si es así, lamentamos decirte que ya eres una adulta y tus papilas gustativas te lo están diciendo a gritos.
Un estudio publicado en Physiology & Behavior reveló que es normal que cuando somos pequeños nos agraden los sabores dulces y desagraden los amargos. Pero conforme crecemos nuestro sentido del gusto va cambiando.
Varias líneas de investigación indican que el gusto por el sabor dulce es innato. Antes de nacer, la capacidad de detectar sabores dulces funciona e interactúa con sistemas que controlan el afecto y la succión; así, los bebés recién nacidos son capaces de detectar los alimentos que necesitan para sobrevivir: la leche materna.
Estudio publicado en Physiology & Behavior.
La habilidad de detectar lo dulce no solo sirve para elegir la comida de mejor calidad, sino que también funciona como analgésico para los niños. Ingerir alimentos dulces hace que los menores de hasta 11 años tengan mayor tolerancia al dolor.
Sin embargo, va disminuyendo con el tiempo. Cuando se llega a la adolescencia esto cambia para no volver jamás. Por eso quizá ya no te encantan los dulces y ahora aprecias una buena cerveza, un buen vino, el chocolate amargo, las galletas saladas y las aceitunas.
Sea como sea, los sabores amargos no ocupan la mayoría de nuestra alimentación porque desde nuestra biología, los relacionamos con el sabor del venenos. ¿Lo sabías?