Halloween ya pasó pero los fantasmas no descansan; para ellos todas las noches son el momento perfecto para hacer notar su presencia, erizarnos la piel y hacernos sentir cómo el escalofrío recorre nuestra espina dorsal.
Estos 10 niños tienen las historias más terroríficas de encuentros fantasmales que harían gritar de miedo a cualquier papá. ¡Espera! Antes de leerlas deberías encender la luz y revisar bajo tu cama para asegurarte de que no haya nadie.
1. La niñera fantasma
La abuela de mi esposo, Mamaire, adoraba a nuestra primera hija, pero falleció cuando la bebé tenía solo nueve meses, así que ella no la recuerda. Algunos años después de que murió, nuestra hija empezó a hablar de una ‘niñera’ que la cuidaba en las noches. Realmente no le dimos importancia, hasta que un día ella vio una foto de Mamaire en el álbum familiar y gritó: ‘¡Ella es mi niñera! Me visita todas las noches!’.
2. El fantasma del cuchillo
Cuando era un niño solía despertarme un hombre acuclillado en la esquina de mi cuarto. Sostenía un cuchillo ensangrentado y murmuraba algo sobre ‘matarlos a todos’. Mis papás y hermana jamás lo vieron, pero me dijeron que los anteriores dueños de la casa se quitaron la vida ahí.
3. La mujer verde
Mi mamá y sus hermanos crecieron en una casa de 100 años y dicen que siempre veían a una mujer verde parada junto al armario o husmeando por la noche en sus cuartos cuando ellos debían estar dormidos. No fue sino años después, tras la muerte de mi abuelo, que mi abuela admitió que ella también la veía. Mi abuelo murió al caer por las escaleras estando sonámbulo a media noche, y mi abuela cree que la mujer lo asustó para que se cayera.
4. El fantasma amistoso
Cuando mi hija tenía tres años nos decía que un hombre la despertaba en la noche haciéndole cosquillas en los pies, pero que no le tenía miedo porque siempre sonreía. Pensamos que solo soñaba hasta que un día vio una foto de boda de mis abuelos y mi hija señaló a mi abuelo y dijo: ‘¡Es él! ¡Es el hombre que me hace cosquillas en los pies!’. Mi abuelo falleció cuando yo tenía seis años.
5. Cuidando el jardín desde el más allá
Cuando era pequeño siempre veía a un hombre amable en nuestro jardín saludándome y examinando los árboles frutales, pero nadie más lo veía. Tiempo después me enteré de que el hombre que vivía en la casa antes que nosotros falleció mientras tomaba una siesta en el jardín, que era su lugar favorito para estar.
6. Hora de esconder los crayones rojos
Un día escuché a mi hija —que estaba sola en el cuarto de juegos— decirle a alguien: ‘Bien, te dibujaré, pero necesito encontrar el color rojo porque tienes sangre en tu cabello’.
7. El amor dura para siempre
Mi abuela falleció cuando mi mamá tenía 17 años. Ella me dijo que una vez, cuando yo tenía 2 o 3 años, estaba hablándole al asiento vacío del carro. Cuando mi mamá me preguntó que con quién platicaba, la llamé por su primer nombre (cosa que no hacía nunca) y le dije: ‘dice la abuela que te ama’. Ella se puso a llorar y yo no sabía por qué.
8. El hombre bajo la cama
Cuando tenía cinco años siempre corría aterrado al cuarto de mis papás porque un hombre me hablaba por debajo de la cama. Nunca lo vi, pero lo escuchaba decirme cosas y de alguna manera logré saber que vestía impermeable y tenía una lámpara. Cuando nos mudamos, mi papá estaba guardando las fotos familiares y vi una de su papá —que murió antes de que yo naciera— durante el tiempo en el que estuvo en la marina. Le dije: ‘ese es el hombre que me habla debajo de la cama’. Jamás vi a mi papá tan nervioso. Aparentemente, en la marina, el abuelo usaba impermeable y cargaba lámparas cuando se oscurecía en el bote.
9. Miedo repentino
Cuando mi hija tenía 18 meses nos mudamos a un departamento que tenía casi 100 años de antigüedad. Un día ella estaba jugando y cantando ‘Ring around the rosie’, cuando se detuvo en seco, apuntó hacia una esquina vacía y me gritó: ‘¡Mami, ven por mí!’. Después de eso se rehusó a ir sola a cualquier habitación.
10. El hombre malo del ático
Recientemente nos mudamos a una casa, cuando mi hija de tres años, de la nada, dijo: ‘¡Hay un hombre malo!’. Le pregunté que en dónde, apuntó hacia un rincón del ático y dijo: ‘¡Ahí!’.