Hay diversas razones por las que amamos y odiamos a Kim Kardashian: desde sus escándalos, su estilo y su maquillaje; la fuerza con la que ha enfrentado la psoriasis y su tenacidad para defender a mujeres que han sido víctimas de los malos manejos del sistema de justicia en su país.
Precisamente este último punto es el que ha inspirado a la socialité a tomar una decisión muy importante: estudiar leyes.
Por muy sorprendente que pueda ser, Kim lleva un año preparándose para ser abogada, pero no está cursando leyes en alguna universidad sino que es aprendiz en una firma de abogados de San Francisco.
Aunque suene extraño, esta modalidad de estudio es válida en el estado de California. Si una persona pasa cuatro años como aprendiz o practicante en algún bufete, obtiene la misma acreditación que quienes estudian en alguna universidad.
No obstante, Kim debe prestar sus servicios 18 horas a la semana y aprobar el examen oficial de la licenciatura para obtener su titulación.
La noticia no ha sido tomada de la mejor manera por sus haters, quienes aseguran que solo quiere llamar la atención de los medios de comunicación. Sin embargo, la verdadera razón detrás de esta decisión se llama Alice Marie Johnson.
El año pasado, Kim y el abogado Jared Krushner lograron que el presidente Donald Trump eliminara la sentencia de Alice, una mujer afroamericana que estaba condenada a cadena perpetua por un delito menor relacionado con las drogas.
Después de este caso, la celebrity se interesó por ayudar a presos con sentencias desproporcionadas a sus crímenes; el problema es que no tiene la preparación académica necesaria.
Además, Kim confesó en una entrevista a la edición americana de Vogue que decidió seguir los pasos de su padre Robert Kardashian, famoso por, entre otros casos, haber sido el defensor que logró la libertad de O.J. Simpson en el juicio más importante de los 90.
Pero no fue solo la figura de su padre la que la orilló a amar el mundo de la leyes, sino lograr la libertad de Alice, y como reafirma ella misma:
Aquello marcó un antes y un después en mí. Ni en un millón de años pensé que iba a lograr algo así. Recuerdo aquel día estar reunida en la sala Roosevelt de la Casa Blanca con un montón de gente poderosa, porque me habían llamado para aconsejar sobre cómo cambiar el sistema de indultos, y darme cuenta de que quería aprender más sobre este mundo.
Yo intentaba explicar por qué me parecía inhumano e injusto que hubiera gente condenada a cadena perpetua. Pero claro, también tuve que llevar a un grupo de abogados que pudieran apoyarme con datos legales que respaldaran mi opinión.