Me han llamado ‘perra’ más veces de las que yo puedo contar. A veces, me lo dicen a manera de insulto; otras, puedo tomarlo como una especie de cumplido. Pero con ninguna de las dos maneras estoy de acuerdo.
Claro que si se utiliza la definición que la sociedad le da a la palabra –una mujer dominante, intensa y sincera– yo soy, en todos los sentidos, una verdadera perra.
Lo que no entiendo es: ¿desde cuándo ser una mujer fuerte es algo malo?
1. Sé qué es lo que quiero
Y además, no tengo miedo de pedirlo.
Me gusta hacer las cosas a mi manera, aunque a veces eso pueda ofender a ciertas personas que piensan que soy un poco mandona (‘perra’, de acuerdo: pero es lo que soy).
Por supuesto que no soy la mejor persona para enseñar a los demás, pero sólo es porque no entiendo la ventaja de perder el tiempo con alguien cuando sé que yo haré las cosas bien desde la primera vez.
No lo interpreten mal: cometo errores, pero hasta de ellos yo soy la dueña. Son mis errores, y sólo yo puedo aprender de ellos y corregirlos.
2. Me faltan emociones ‘normales’
Ser fría como una piedra sin duda me hace ver ante los demás como una ‘perra’ sin sentimientos, y esto definitivamente me ha metido en serios problemas en casi todas mis relaciones. Estoy consciente de que he llegado ha dañar a muchas personas en mi vida, pero sustituir todas las emociones con la ira es lo que me ha funcionado. También suelo decir lo primero que viene a mi mente, sin analizarlo primero.
Y es que me resulta un poco difícil recordar que las demás personas sí tienen emociones ‘normales’.
3. Soy muy ‘intensa’
Me apasiono con lo que sea que esté haciendo –un proyecto laboral, planificar las vacaciones o incluso hacer una manualidad–: soy intensa porque me importa que las cosas salgan mal.
Si tengo que ser la que dirige un proyecto, haré un millón de preguntas que molestarán a todo el mundo, pero al menos sé que todo quedará bien hecho. Yo no hago perder el tiempo.
4. Soy sarcástica
Esto es lo que me consigue más comentarios acerca de lo ‘perra’ que soy. En realidad, se llama auto-desprecio, mundo, y es un mecanismo de defensa. Todos deberían tener la capacidad de reírse de sí mismos, y yo puedo ser la primera persona en darle a alguien razones para hacerlo.
Además, el sarcasmo es mi forma de ser directa para no ser abiertamente grosera.
5. Soy directa
Yo soy de las que piensan que siempre es bueno dejar que alguien sepa si tiene algo de comida en sus dientes, si le corrió el maquillaje o luce fatal. Nunca he sido de las que callan la verdad, y eso es algo de lo que estoy orgullosa. Odio las mentiras.
Nunca me voy a auto-censurar. Todo el tiempo diré exactamente lo que quiero decir, incluso si con eso lastimo algunos sentimientos en el camino. Por lo general, trato de cuidar mis palabras y usarlas de la mejor manera posible, pero a veces me es imposible decirle amablemente a alguien que simplemente él o ella no me agrada.
6. Soy competitiva
Quiero ser la mejor en todo: en el deporte, el trabajo, la escuela y la vida. No me importa si tú y yo somos las mejores amigas. Cuando llega la promoción de un mejor puesto laboral, hago todo lo posible por ganarlo. Pero no confundas eso con la idea de que voy por la vida apuñalando por la espalda y hablando mal de las personas.
Cuando yo quiero conseguir algo, juego limpio. Si voy a conseguir un mejor puesto, es porque soy la mejor candidata, y me aseguraré de que tú lo sepas (con mi intensidad, claro). No hay ninguna razón por la que no deba conseguir algo que me merezco.
Tal vez es mi cara de enojada… Tal vez sea mi forma de decir sin tapujos lo que opino y lo que quiero lo que me vuelve un poco intimidante. Sin embargo, me gusta pensar que soy una persona decente que sólo puede llegar a ser un poco más agresiva que la mayoría de las personas.
Sé que independientemente de lo que yo diga piensas que soy una cabrona pero, ¿adivina qué? Cada vez que me llames ‘perra’ me reiré en tu cara porque ME IMPORTA UN CARAJO lo que pienses.