Los niños son curiosos desde una edad muy temprana. Les gusta descubrir el mundo, repleto de novedades, y se aproximan a él llenos de inocencia.
En esta serie de fotografías podemos ver cómo les resulta difícil entender que una figura humana –esculturas en este caso– no se mueva como ellos lo hacen. Todos se relacionan con el arte a partir del asombro, de manera tierna e ingenua.