Los seres humanos tenemos muchos defectos y, aunque no lo parezca, los michis también. Y es que lejos de su comportamiento obstinado, hay gatitos que desarrollan actitudes muy peculiares, como el caso de Arturo, un minino cleptómano, que tomaba fajos de billetes de uno de los vecinos y se los llevaba a casa.
Pero no vayan a creer que este gatito quería ayudar con los gastos de la casa o que fue entrenado por su dueña para hurtar, pues Arturo, en realidad, tenía otra motivación para robar dinero.
Un día, un hombre empezó a detectar cómo extrañamente su dinero desaparecía del lugar en donde lo había dejado. Después de buscar por todas partes y, quizá, pensar que se estaba volviendo loco o incluso creer en la existencia de duendes, puso mucha atención al michi de su vecina luego de que un buen día lo vio correr con dinero en el hocico.
Claro que inmediatamente se comunicó con ella para hacerle saber que su gatito estaba cayendo en las garras de la delincuencia, así que le escribió a Antonia, su vecina, con quien, afortunadamente, llevaba una buena relación.
El otro día me metí a tu casa porque lo vi correr y me faltaba plata y él estaba entrando con uno de dos mil, lo tenía en la boca.
Fue en ese momento en el que Antonia se enteró de que su gato estaba haciendo de las suyas, por lo que el misterio de cómo llegaba con dinero a su casa quedó resuelto. Además, aseguró que a veces Arturo aparecía con un fajo de dinero y que ella se daba cuenta de que era robado por la liga de elástico que llevaba el fajo, pues esa es la verdadera debilidad del gatito: Arturo está obsesionado con las ligas de elástico.
#arturoelgatoPunga pic.twitter.com/gqgjkHM76d
— I want to believe 🛸 (@antonelarepetto) October 28, 2022
Así fue que se dieron cuenta de que el michi era cleptómano, pero de ligas, no de dinero. La misma Antonia asegura que ella no guarda su dinero de esa forma porque entiende que su gato tiene esa peculiar afición.
No lo entrené, tiene una obsesión con las gomitas y aprendió a robar plata porque se las ponemos, pero no está adiestrado para robar y yo soy una vecina honesta y devuelvo todo lo que se roba.
Por fortuna, los vecinos llevan una buena relación y tomaron la situación con buen humor, sin malos entendidos ni nada que pudiera parecer un problema. Por supuesto, el vecino recuperó su dinero y de ahora en adelante tendrá mucho cuidado de a quién le permite entrar en su casa, sin caer en los encantadores ronroneos de un michi.