Hay chicas que tal vez quieren seguir manteniendo la ilusión que les creó la fantasía de Disney. Pero ver todos los ángulos de una misma historia nos hace entender el mundo como es en realidad. Y eso implica acabar con nuestro mundo rosa y de princesas que tienen historias con finales felices.
El cuento original del danés Hans Christian Andersen es macabro en comparación con la película de Disney que nos muestra la historia de Ariel, la sirenita. El comienzo es muy similar: al cumplir 16 años, Ariel es autorizada a nadar hacia la superficie donde rescata al príncipe durante una tormenta. Pero el desenlace está lleno de lágrimas, desamor… y muerte.
La Sirenita se enamoró como cualquier chica
Acababa de cumplir 16 años y le sería permitido ver la tierra por primera vez. La sirenita, muy curiosa en su primer acercamiento a la tierra, le pregunta a su abuela si los humanos pueden vivir por siempre en caso de no ahogarse. La abuela le explica que los humanos viven mucho menos de los 300 años, pero que, a diferencia de ella, tienen la ventaja de vivir eternamente en el cielo después de la muerte.
Una vez tuvo el permiso de visitar la superficie, abandonó su hogar y sacó la cabeza del agua por primera vez. Aquello que encontró le puso muy nerviosa y la enamoró inevitablemente: en medio de cohetes y fuegos artificiales, un barco hermoso se balanceaba entre cantos y risas; dentro de él, un montón de marineros celebraban el cumpleaños de un joven muy apuesto, el príncipe cumplía 16 años y aquella era su gran fiesta.
La sirenita miró al príncipe hasta que una terrible tormenta provocó un naufragio. Ella nadó para salvarlo y lo llevó a la orilla, donde, al despertar, él quedó prendido de su belleza y hermosa voz. Ella volvió al mar y ambos quedaron obsesionados el uno con el otro.
Un mar de tristeza inundó su corazón
Al paso de los días la sirenita optó por visitar a la bruja del mar que le prometió tener unas piernas preciosas, pero a cambio debe entregar su voz de una forma muy cruel: la bruja corta su lengua y le advierte que no habrá vuelta atrás, que si no consigue enamorar al príncipe quedará muda y sola para la eternidad.
El amor cegó a la sirena, quien aceptó todas las condiciones y enseguida se vio convertida en una chica de verdad, con piernas temblorosas incapaces de caminar… nadie le había dicho lo difícil que era.
Cuando el príncipe la vio no pudo evitar enamorarse de ella, pero no lo suficiente como para que el hechizo se rompiera y ella pudiera tener un alma eterna como la de los humanos. Aunque la chica muda le recordaba a la linda mujer que lo salvó, sabía que no era ella: le faltaba su dulce voz. Aun así pasaban tiempo juntos y a él le gustaba verla bailar, y en secreto ella soportaba un terrible sufrimiento, cada paso que daba se sentía como si pisara mil trozos de vidrio a la vez.
El verdadero desenlace
Un día apareció en el palacio una mujer con un voz preciosa, similar a la de la sirena, y entonces el príncipie decidió que su búsqueda había terminado y que se casaría con ella. La sirena cayó en depresión. Era muda, se sentía adolorida y estaba sola. Las predicciones de la bruja se hacían realidad, y su corazón estallaría en mil pedazos si no encontraba consuelo.
Entonces sus hermanas trataron de rescatarla, acudieron con la bruja quien, a cambio de sus cabelleras, les otorgó una daga con la cual la sirenita debería asesinar al príncipe y dejar que su sangre manchara sus pies para así recuperar su cuerpo y su vida. Pero ella no pudo hacerlo, prefirió dejarle vivir junto a su nueva amada y se lanzó al agua con la esperanza de convertirse en espuma del mar. Pero en ese momento su cuerpo sintió el dolor del calor del sol y se convirtió en un espíritu sufriente, en una hija del aire.