Tras su ascenso al trono, el rey Carlos III causó sorpresa luego del anuncio del despido de un centenar de empleados de Clarence House, en la ciudad de Westminster, Londres, Reino Unido.
El nuevo monarca, que heredó la corona tras la muerte de su madre, la reina Isabel II, tendrá que abandonar su residencia de Clarence House, donde vive desde hace varias décadas, para instalarse en la residencia oficial de la monarquía británica, el Palacio de Buckingham.
Según informa The Guardian, el pasado 12 de septiembre, decenas de empleados, algunos de los cuales habían trabajado allí durante años, recibieron sus cartas de despido mientras se oficiaba la ceremonia religiosa de “acción de gracias” ante el féretro de Isabel II, en la catedral de St. Giles en Edimburgo, Escocia.
En entrevista para AFP, un portavoz de la antigua residencia del rey Carlos III declaró que sus operaciones habían cesado, por lo que solo un pequeño número de miembros del personal que brindan apoyo a Carlos y Camila permanecerán en sus puestos.
Mientras tanto, hay quienes aseguran que el contrato de quienes trabajan en la residencia estaba ligado a la suerte de Carlos y, por tanto, preveía el riesgo de ser despedido una vez cambiado su papel a la muerte de la reina Isabel II, como sucedió.
Sin embargo, el Sindicato de Servicios Públicos y Comerciales, el más importante del Reino Unido, criticó duramente la decisión de anunciar las destituciones durante el periodo de luto.
Si bien se esperaban algunos cambios a medida que evolucionan los roles dentro de la familia real, la escala y la velocidad con la que se anunciaron son extremadamente despiadadas.
– Mark Serwotka, secretario general del sindicato
Según señala The Guardian, inicialmente, los servicios reales querían retrasar el anuncio de los despidos hasta después del funeral de la reina Isabel II, pero tras recibir asesoramiento legal, se decidió informar al personal lo antes posible.
Sin embargo, de acuerdo a fuentes reales, se espera que a los empleados que sean despedidos se les ofrezca la oportunidad de tomar un empleo alternativo en todas las residencias reales, asistencia para encontrar nuevos trabajos externos, así como una indemnización de despido “mejorada” superior al mínimo legal.
A pocos días de su ascenso al trono, el nuevo rey ya ha conseguido recoger una lluvia de críticas. Primero, por la forma enfadada en la que se dirigió a uno de sus sirvientes durante la firma de documentos protocolarios, seguido de un berrinche tras manchar su mano de tinta al firmar el libro de visitas del Castillo Hillsborough y ahora por despedir a sus empleados de confianza.
La impresión de los especialistas es que estas conductas no hacen más que restarle popularidad con el pueblo británico. Mientras tanto, una vez que la atención mediática por el funeral de la reina termine, el soberano tendrá que acostumbrarse a la polémica sobre él.