Ya eres adulta: puedes votar, tienes un trabajo hace tiempo y tomas decisiones importantes todos los días. Pero aún con ese mundo exterior lleno de exigencias y desafíos propios de la edad adulta, sientes que en el fondo no has dejado atrás a tu niña interior.
Si tienes la sospecha de que aunque todo indique lo contrario, eres una niña atrapada en un cuerpo de adulto, sigue leyendo.