Su historia no tiene nada que envidiarle a ningún guion cinematográfico. A los 18 años fue diagnosticada con un raro padecimiento llamado angioma medular, por lo cual le era necesaria una operación urgente para que pudiera seguir caminado por cuenta propia.
Aunado al diagnóstico, se enteró que estaba embarazada, y debido a los riesgos de la operación, los médicos le aconsejaron que interrumpiera el embarazo. Pero ella se negó rotundamente y decidió continuar con la gestación.
Una vez que dio a luz a Paola, programó su operación, pero la consecuencia de su amorosa decisión fue quedar parapléjica.
Por fortuna tuvo el apoyo incondicional de su familia, lo que le permitió afrontar con entereza el enorme desafío de criar a su hija y aprender a vivir con su nueva condición física.
“Pude haber quedado tetrapléjica, pero creo que Dios me compensó por no haber matado la semillita que tenía en mí y al final quedé parapléjica”.
Da Silva había practicado varios deportes desde que era joven, y después de la operación continuó haciéndolo. Después de algún tiempo eligió practicar esgrima, y 13 años después ha ganado más de 30 medallas, es tetracampeona brasileña, bicampeona de América y participó en sus primeros Juegos Paralímpicos.
Lamentablemente no ganó ningún duelo ni medalla, pero Da Silva obtuvo la mejor recompensa: el amor y apoyo incondicional de su hija.