Por un momento imagina tu cuerpo con 80 años, lleno de arrugas, lento, adolorido, cansado. Las rodillas ya no responden igual que cuando tenías 20. Levantarse de la cama cada día es más difícil. Tus ojos ven borroso y tus oídos ya no distinguen muchos sonidos. Tus pasos se han vuelto lentos y pesados. A eso, súmale que estás sola. Nadie te acompaña. Los días transcurren lentamente y tú te sientas en el sillón de la sala viendo al vacío sin nadie con quien hablar, sin nadie que te abrace, sin escuchar una sola voz más que la de tus pensamientos. ¿Cómo te sentirías?
Esa es la realidad de muchos ancianos el día de hoy. Lamentablemente, cuando crecemos y formamos nuestra propia familia y tenemos nuestras propias responsabilidades, nos olvidamos de los más ‘viejos’ de la casa, dejándolos solos y abandonados a su suerte en muchos casos, sin compañía, sin entretenimiento, sin alguna actividad para realizar que los mantenga activos. Sólo viendo, como nos imaginamos antes, cómo pasa el tiempo y esperando a que algo suceda; por ejemplo, la muerte.
https://youtu.be/BRnDS1PBO_Q?t=4s
Mary Tony tiene 98 años. Su familia está demasiado ocupada para acompañarla en su vida diaria. Ella emplea su tiempo rompiendo ‘correo basura’ y visitando por un rato un centro para ancianos. Su historia no está lejos de la de muchas otras personas de la llamada ‘tercera edad’.
Como sociedad hemos avanzado en muchas ramas: salud, tecnología, educación. Pero seguimos fallando en algo: la atención en la vejez. Abandonamos a quienes más nos necesitan sin pensar que ellos nos prepararon para la vida y que por lo menos deberíamos estar un poco agradecidos. Además, siempre hay que recordar que todos, inevitablemente, para allá vamos.
¿Te gustaría que en tu vejez fueras tratada como tú tratas a tus abuelos o a tus padres? ¿No? ¡Entonces es momento de hacer algo!