¡Vivimos en un mundo que va tan aprisa! Todo queremos que suceda rápido. Corremos para llegar a tiempo a algún lugar, sólo para apresurar las cosas y de nuevo regresar corriendo a casa. Comemos comida que se prepara en 3 minutos. Tenemos conversaciones rápidas y superficiales. Estamos por estar. Nos hemos convertido en robots de carne y hueso, sin preocuparnos por el prójimo, sin disfrutar lo que la vida nos ofrece.
¿Alguna vez te has detenido a observar un amanecer? ¿Hace cuánto que no lo haces? ¿Hace cuánto que no miras al cielo y observas las nubes pasar? ¿Hace cuánto que no observas la luna y las estrellas? ¿Hace cuánto que no disfrutas de una conversación con alguien especial, mientras bebes una taza de café? ¿Hace cuánto que no te detienes a ayudar a quién más lo necesita? ¿Hace cuánto que te volviste fría y egoísta? ¿Hace cuánto que dejaste de ser ‘humana’?
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A veces, no es necesario hacer grandes cosas. Un pequeño gesto puede cambiar la situación. Sólo necesitas un par de minutos para ayudar a alguien que te estará agradecido toda la vida. Sólo basta con hacer las cosas diferentes para que ocurran cosas extraordinarias.