Courtney Westlake es una escritora y madre de dos hermosos hijos, Connor y Brenna, que nos enseña una importante lección sobre el respeto de los niños hacia otras personas. Su hija sufre de una enfermedad llamada ictiosis, relativamente común, que provoca que la piel se vuelva rojiza, seca y escamosa, como la de un pez.
Courtney ha experimentado reacciones como —por ejemplo— al entrar con ella al área de juegos, los niños inmediatamente señalan a Brenna diciendo en voz alta: “¡Mamá, mírala!”
Estás al final del pasillo del supermercado —dice Courtney como si le hablara a cualquier otra madre— cuando tu hijo descubre en el carro del bebé a mi hija y te pregunta: “¿Por qué esa bebé esta tan roja?” Prácticamente pones tu mano sobre su boca mientras corren a la esquina sin mirar atrás. Esto se desarrolla casi todos los días. He oído todas las preguntas. Veo con el rabillo del ojo a todos los que señalan a Brenna y me doy cuenta de todos los comentarios en voz baja.
Te escucho, y te veo y lo siento en lo profundo de mi corazón. Lo haces peor cuando te intentas ‘esconder’ de mí, de nosotras. Estás avergonzada, y entiendo eso. Pero las dos somos madres tratando de hacer lo mejor, y ambas amamos a nuestros hijos. Cuando intentas ocultar estas conversaciones obvias que ocurren justo en frente de nosotros, se siente como si estuvieras rechazando a nuestra familia.
¿Qué deseo que hagas?
Me gustaría que nos invitaras a esas conversaciones que tienes acerca de nosotras. Que cerraras esa pequeña brecha como lo harías con cualquier otra familia en el parque, en lugar de hacer la diferencia más grande siendo inaccesible. Cuando tu hijo apunta y dice “mira”, me gustaría responder: “Sí, mira, es una niña bonita. ¡Parece que ella se está divirtiendo tanto en los juegos como tú”.
Cuanto tu hijo te pregunta: “¿Por qué esta bebé está tan roja? o “¿Qué tiene en la cara?, me gustaría que contestaras con sinceridad: “No estoy segura, pero la manera en la que alguien se ve no es importante. Todos buscamos ser diferentes, ¿no?”
Me gustaría que animes a tu hijo a saludarnos y a que pregunte el nombre de mis hijos. Me gustaría que te disculparas porque tu hijo es ofensivo frente a nosotros y dijera: “Lo siento mucho, todavía estamos aprendiendo a hacer preguntas con respeto”. También que añadieras: “Tu hija es linda, ¿qué edad tiene?”
Sobre todo, me gustaría que les hablaras a tus hijos acerca de las diferencias más a menudo. Que le leyeras sobre eso, y también que lo hicieras de una manera positiva y natural. Que conversaran sobre diversos tipos de diferencias: la de usar una sillas de rueda, las marcas de nacimiento, el síndrome de Down o la ictiosis; desde las diferencias raciales al uso de las gafas en los niños.
En última instancia, espero que nuestros niños aprendan que si tienen preguntas acerca de la apariencia de alguien, pueden esperar hasta más tarde para preguntar en privado, a fin de que no lastime los sentimientos de nadie, porque, la forma en que nos tratamos unos a otros es mucho más importante que la forma en que alguien luce.
Me encantaría que la próxima vez que nos vean, no se escondan. Que nunca más digas: “no mires y no hables con ellos”, colocando a mi familia del otro lado de la ‘normalidad’.
Prefiero ser una oportunidad positiva para que tu hijo pueda aprender a respetar y apreciar las diferencias físicas.