Andi y Thomas Bonura, de Texas, Estados Unidos, tienen un corazón tan enorme que hay espacio suficiente para ocho hijos.
El matrimonio ya tenía tres hijos biológicos cuando decidieron dar hogar temporal a Bryson. Pero al enterarse que el pequeño tenía cuatro hermanos que habían sido separados y enviados con familias distintas, supieron que debían reunirlos.
Se conocieron por mera casualidad
Thomas y Andi se conocieron en un bar cuando sus respectivas citas los dejaron plantados. Parecía cosa del destino, pues hablaron y congeniaron a tal punto que después de cuatro meses se casaron con la idea de tener una familia numerosa.
Desde el principio le dije que quería empezar una familia, tener tantos hijos como Dios quisiera y, algún día, hasta adoptar niños. Después de pensarlo por un día dijo que él también quería. Nos casamos en Las Vegas y fui muy feliz.
El matrimonio quería tener hijos lo más pronto posible y formar su familia soñada, pero después de cuatro años y varios tratamientos de fertilidad, su primogénito murió cuando Andi tenía nueve semanas de embarazo. Entonces pensaron que jamás serían papás, pero después de un tiempo tuvieron a los gemelos Joey y Eli, aunque solo Joey sobrevivió; y un año después le dieron la bienvenida a Sadie y finalmente a Daphne.
Ya no podían tener más hijos
Como todos sus embarazos fueron de alto riesgo, el médico les indicó que no era viable tener más hijos biológicos. Pero como la pareja quería más bebés, se capacitaron como cuidadores por parte del DePelchin Children’s Center, así su hogar serviría para acoger niños que esperaban ser adoptados.
En noviembre de 2017 recibieron una llamada sobre un recién nacido que había sido dado de alta del hospital y necesitaba un hogar temporal. Sin pensarlo dos veces recibieron a Bryson con los brazos abiertos e inmediatamente se enamoraron de él.
Tras varios días Andi y Thomas se enteraron que el bebé tenía cuatro hermanos mayores que habían sido separados y puestos en tres hogares distintos. Después de hablarlo por un momento ambos estuvieron de acuerdo en que tenían una casa los suficientemente grande y los medios financieros para recibirlos a todos mientras encontraban un hogar definitivo.
Fue una montaña rusa de emociones
Aunque era un hogar lleno de amor, también fueron tiempos difíciles pues no es sencillo lidiar con ocho niños, de los cuales cinco tienen un pasado desconocido y sus propias heridas para sanar. Pero con cariño, terapias y mucha comunicación, todos lograron encajar y ser felices.
Poco tiempo después, a los Bonura se les notificó que los hermanos ya estaban listos para ser adoptados y como no quisieron separar a la gran familia que habían formado, tramitaron los papeles para que fueran sus hijos oficialmente.
El proceso fue emocionalmente agotador, estresante, hubo lágrimas, corazones rotos y celebraciones por las pequeñas victorias. Tuvimos que lidiar con traumas y sanación, todo desde el amor incondicional. Les hicimos saber que nuestro hogar era un lugar seguro, que jamás les haríamos daño.
¡Se convirtieron oficialmente en una familia!
El trámite de su adopción todavía no concluía cuando muchos establecimientos tuvieron que cerrar a causa del coronavirus, pero según Andi no hubo ni un solo día en el que sus hijos no preguntaran emocionados si la adopción ya estaba completa. Todos estaban ansiosos.
Pasaron los días entre juegos y escuela en casa cuando finalmente, por medio de una videollamada vía Zoom, les informaron que oficialmente eran una familia y nunca más volverían a ser separados.
Antes de la pandemia tenían preparada una gran celebración con castillos inflables, un zoológico interactivo, un camión de videojuegos, mucha comida y hasta habían planeado un viaje a Disneylandia. Pero aunque no han podido festejar en grande, el mayor regalo es estar juntos.