El alzhéimer es una enfermedad progresiva que empeora con el paso de los años hasta lograr que quien lo padece pierda completamente la memoria. Por desgracia, cada vez son más las personas que lo sufren. Pero siempre habrá quienes amen demasiado a sus familiares como para no dejarlos sufrir debido a esto.
Sean O’ Sallaigh se enteró de que su mamá, Mary O’Neil, de 77 años, tenía alzhéimer. Al inicio se sintió devastado por el diagnóstico, pero prometió que le daría a la mujer las mejores experiencias de su vida y que pasaría todo el tiempo a su lado, por eso la llevó a conocer varios lugares del mundo.
Un amor incondicional
Sean no quería deprimirse ante el diagnóstico de su madre y tampoco quería transmitirle sus miedos y angustias, así que prometió que le regalaría los días más felices de su vida. Al principio solo planeó llevarla fuera de Irlanda para tomar unos días de descanso, pero una vez que vio la cara de felicidad de la mujer al estar lejos de Dublín y su clima helado, no lo dudó ni un segundo: No volverían a casa en un largo tiempo.
El neurólogo me dijo que las personas positivas y felices se vuelven más felices a medida que avanza el alzhéimer. Tenía razón, mamá parecía volverse más joven y se veía más feliz.
Recorrieron lugares hermosos
Ambos viajaron a las montañas de Italia, las arenas de Sudáfrica y también fueron a Nepal para disfrutar del festival de colores. Aunque Sean pensó que su madre olvidaría todo rápidamente, lo cierto es que era tan feliz que su estado mejoró bastante durante el viaje. Conforme llegaban a nuevos lugares, Mary comenzó a hablar y a caminar nuevamente. Era como si la enfermedad estuviera aminorando.
Hacía un clima excelente y ella podía salir mucho, caminábamos y veíamos a los niños jugar, algunos incluso se sentaban con nosotros a charlar, le llamaban abuela y ella decía ‘namaste’ a todo el mundo
Fueron a Roma, Umbría y Ciudad del Cabo
En enero de 2019, llevé a mamá a la playa y disfrutó poniendo sus pies en la arena y viendo a los niños jugar.
Lamentablemente, Mary ya no pudo caminar en abril de 2019 debido a que su edad era muy avanzada. El 24 de mayo de 2019 dejó este mundo por una infección en el pecho mientras se encontraban en Sudáfrica.
A veces me llamaba papá porque no recordaba quién era yo, pero así me sentía como un padre que la cuidaba y la protegía. Cuando murió, sentí que lo había perdido todo. Tuve que poner mi vida en pausa para cuidarla, pero no me arrepiento de nada, estuvimos juntos y pude darle los mejores días de su vida. Ella era mi prioridad en todo momento.
Aunque la pérdida fue un golpe duro para Sean, también se mostró satisfecho porque pudo ver a su madre disfrutando de cada lugar que visitaron y, sin duda, esa fue su mejor recompensa.