Lindy West es una mujer joven, recién casada, feliz y muy orgullosa de su cuerpo. Sobre todo porque su prometido Aham cumplió un sueño que tal vez cualquier mujer tiene desde niña: una bella propuesta pública de matrimonio y la boda más feliz que una chica de talla grande pudo tener.
Conoce su historia:
“No soy el oscuro secreto de nadie”
“Me llevó al bar al que frecuentábamos ir, y ahí estaban todos mis familiares y amigos; y cuando menos me di cuenta todo pasó así de rápido. El dueto de guitarras tocando, la rodilla, el anillo, la pregunta, las lágrimas. Todo me llegó de golpe. Estaba sorprendida, pero fue simplemente perfecto.”
No obstante, semanas después, Lindy se preguntó por qué se le ocurrió a su prometido hacer la propuesta tan pública, siendo que en general ese no era “su estilo”. A lo que su entonces prometido le recordó que una vez ebria, ella le dijo:
“Si alguna vez me llegas a proponer matrimonio, por favor no lo hagas de la misma manera mediocre que todos los hombres se lo proponen a una chica gorda, a escondidas como si fuera un secreto. Porque a las chicas delgadas sí les proponen matrimonio públicamente y con escándalos, como si se estuvieran ganando un maldito premio. Las gorditas merecemos esa emoción también.”
“Me presumieron como a un trofeo”
Lindy confesó la necesidad de “despolitizar” una demostración pública de amor. Luego de haber salido con hombres que le daban su lugar como pareja en privado, pero que en público no podían sostener por miedo a que sus amigos se fueran a reír. Y aunque le avergonzaba haber salido con hombres así, aún se preguntaba si algún día alguien sería capaz de amarla y presumirla como a un trofeo.
“Una propuesta pública a un tipo de cuerpo valorado por la sociedad no cambia nada culturalmente, sólo el detalle lindo y ya. Pero una propuesta pública a un tipo de cuerpo públicamente menospreciado es una declaración política”.
“Mi amor valía lo mismo que el de una mujer delgada y yo lo demostré”
Crecer asumiendo que nunca te vas a casar es algo que nadie debería meterse en la cabeza ni por error, menos tan joven. Sin embargo era una idea que desde su adolescencia Lindy tuvo muy presente:
“Lo que menos quería era escuchar que ‘alguien algún día me iba a amar si perdía los kilos que hiciera falta perder’. Sobre todo porque yo estaba segura de que mi amor ya era lo suficientemente valioso para cualquiera que lo mereciera. Pero, ¿por qué el matrimonio es para gente delgada?”.
“Jamás me escondo y menos el día de mi boda”
“¿Cómo podría ser yo la novia en la boda?, si ya de entrada mi cuerpo era todo a lo que los hombres le temen que se convierta su mujer. Yo me sentía prácticamente el fantasma de una razón de adulterio futura. Escribí y escribí hasta que llegué a una meta clara: quiero ser la novia gorda en mi boda, porque ser gordo, feliz y enamorado en público sigue siendo un acto radical.”
Ser gordita y tener que pedir ayuda sobre cualquier problema que tenga es incómodamente desalentador, porque siempre la solución es “ocupa menos espacio”; es decir: “¿te sientes mal?, baja de peso”; “¿no encuentras amor?, baja de peso”; “¿desvalorada en tu trabajo?, baja de peso”; “¿no puedes bajar de peso?, esconde tu cuerpo…”.
“Y la verdad es que le dicen ‘atractivo’ al vestido que logra esconder la figura, pero si la industria de vestidos de novia puede invertir tiempo, dinero, cerebro y talento en crear diseños glamurosos, bellos, delicados o sexis en tallas chicas, ¿dónde dejan las tallas grandes? Solo se dignan a hacer un vestido ‘atractivo’ para las de cuerpo grande”.
Lindy pensó que sería absurdo usar uno de esos vestidos que escondían la verdad natural de su cuerpo, sobre todo cuando su prometido la había hecho sentir un trofeo.
Así que con ayuda de su amigo diseñador, Lindy se convenció de llevar el vestido menos favorecedor para su cuerpo.
“Sin mangas, un vestido apretado estilo sirena con una explosión de flores de colores de arriba a bajo; la silueta acentuaba por completo mi estómago y mis brazos se veían de la manera que eran: fuertes y grandes. No usé faja, fue hermoso”.
“La aprobación social no regula mi autoestima”
A veces “hermoso” se vuelve un concepto irregular, pues según Lindy existe una incómoda tensión entre la cultura matrimonial, feminismo y aceptación de obesidad. La aceptación es algo que demanda la mujer en nuestra cultura hoy en día y mucho activismo de sobrepeso viene de mujeres que tratan de “probar” que pueden llegar a ser la fantasía de un hombre igual que una mujer delgada:
“Mujeres gordas pueden ser bonitas, mujeres gordas pueden casarse, mujeres gordas pueden ‘conseguir’ un hombre convencionalmente atractivo. Pero, ¿de dónde es eso algo constructivo? La aprobación masculina no es para nada la fuente de donde emerge mi autoestima o plenitud como mujer”.
“Me interesa mucho más expandir el reino de la libre expresión para personas con sobrepeso”
Lindy no buscaba la aprobación de su pareja, ella buscaba un compañero de vida en su pareja; la aprobación de su imagen es responsabilidad solo de ella. No tienes que arrepentirte de nada que esté en tu cuerpo, no hay nada que “arreglar” ni “favorecer” a tu imagen. Elige los rituales sociales de siempre y hazlos a tu manera, elige ser feliz sin pedirle permiso a nadie.
“Nunca fui más groda en mi vida como el día de mi boda. Jamás había mostrado mi figura de una manera tan inmune, pues nunca me había sentido tan ‘en casa’ dentro de mi cuerpo. Estaba llena de mí misma, tan feliz”.