El momento más desgarrador por el que puede pasar una madre es cuando le dicen que su bebé no tiene más posibilidades de vida. El último de beso de Sarah Marriot a su bebé Sebastian, de una semana de vida, sucedió antes de lo desconectaran de la máquina que lo mantenía con vida.
Sarah, de 32 años y su pareja Jonathan Blenkinsop, de 31, tomaron la difícil decisión debido a que su bebé sufría de una afección pulmonar extremadamente rara, una condición genética llamada displasia alveolo-capilar que sólo ha sido diagnosticada en 200 niños en todo el mundo.
Sebastian nació de emergencia por cesárea en el Hospital Universitario de North Tess, en el Reino Unido
Sarah tuvo un exceso de líquido durante su embarazo, lo que podía indicar que tenía una infección o que algo estaba mal con su bebé, pero los estudios no revelaron la enfermedad de Sebastian y los médicos aseguraron que estaba bien.
Después de su nacimiento y en sólo cuestión de horas, Sebastian ya estaba luchando por respirar y fue trasladado al Hospital Freeman, en Newcastle, donde le colocaron un soporte vital para que sus órganos descansaran mientras se le realizaban algunas pruebas.
Sarah sólo fue capaz de ir y estar con su bebé después de dos días, luego de que se recuperara en el hospital
Cinco días después de su nacimiento, a Sarah y a Jonathan se les dijo que el bebé sufría de convulsiones, sangrado en su cerebro y un daño cerebral muy severo. La enfermedad ACD afecta el desarrollo de los pulmones e impide que el corazón se desarrolle correctamente, pero lo hace bombear con más fuerza.
“Yo sabía que era lo mejor, sentía como si fuera un alivio para él, así ya no estaría pasando por más dolor o por maquinas que bombearan medicamentos a su pequeño cuerpo”.
Se les aconsejó que la mejor opción era desconectarlo de la máquina de soporte vital
Esto ocurrió exactamente una semana después de su nacimiento. Sebastian falleció pacíficamente en los brazos de su madre, con su padre a un lado, mientras que Sarah le leía conmovedoras palabras de un libro para niños. La última frase que Sarah le dijo a Sebastian fue: “Te quiero hasta la luna y de regreso”.
“Después de que todo pasó y se le desconectó de la maquina, lo bañamos y finalmente utilizamos un poco de su propia ropa y lo vestimos por primera vez”.
Sarah y Jonathan están trabajando en conjunto con una fundación para recaudar fondos para la investigación de la enfermedad que tenía su bebé.
“Yo quería culpar a alguien, pero después de entender lo que implica esta condición, no hay nadie a quien culpar. Lo único que podemos hacer es tratar de ayudar a lograr que la investigación logre un día ayudar a los demás”.