Mónica Tortone es una maestra argentina que recorre un largo camino para llegar hasta sus seis alumnos de preescolar y dotarlos de conocimiento.
Todos los lunes, la docente de 47 años sale de su hogar ubicado en General Pico, La Pampa, a las seis de la mañana; luego de 120 kilómetros de caminos de tierra -inundados en temporada de lluvias-, llega a la escuela No. 13 de la colonia El Balde, donde se queda durante una semana para cumplir con su misión como docente en el jardín de infantes donde lleva 18 años trabajando.
Me acostumbré a estar sola, y nunca tengo miedo.
Tortone está lista para recibir a sus estudiantes que llegan a caballo, a pie o en automóvil a la una de la tarde para una jornada que concluye a las cinco. Después de ello, la soledad es su compañera y, en ocasiones, la televisión.
Me he tenido que acostumbrar a los ruidos naturales. Hay una paz muy grande, llego muy cansada al fin del día. Ordeno la casa y tengo que hacer tareas administrativas de la escuela. Miro a veces noticieros, pero es muy agresivo lo que veo. Me inclino por los documentales.
La zona en la que vive Mónica ha sido duramente impactada por la naturaleza. En 2011 un tornado sacudió a la escuela, mientras que en 2017 la zona padeció una gran inundación que provocó que la institución educativa quedara incomunicada.
Si los caminos no están inundados, los viernes por la tarde la maestra puede regresar a casa con su hijo Gianfranco; de lo contrario, tiene que quedarse en El Balde.
Como esta, hay historias que merecen ser contadas pues sus protagonistas son héroes anónimos, de esos que no reciben aplausos o aparecen en la televisión, pero que realizan acciones en favor de la sociedad, aman su profesión y se merecen todo el reconocimiento.