La amistad es un verdadero tesoro que debe ser cuidado. No hay nada que nosotras no haríamos por nuestras mejores amigas y ellas también darían todo por nosotras. Una prueba de ello es Kaleb Klakulak que, a pesar de ser un pequeño de 12 años, tiene un corazón enorme.
Cuando su mejor amigo Kenneth K.J. Gross perdió la batalla contra el cáncer, fue enterrado en una tumba sin lápida pues su madre no podía costear el gasto. Por eso Kaleb se propuso recaudar fondos antes de Navidad para darle a su mejor amigo una merecida lápida.
Una bonita amistad que va más allá de la vida
Kaleb y K.J. se conocieron en segundo grado y desde entonces fueron inseparables. Cuando la terrible enfermedad que acechó a K.J. desde pequeño lo llevó al hospital, Kaleb lo visitaba todos los días y pasaban horas hablando, pintando y jugando videojuegos.
K.J. siempre hablaba de Kaleb y quería que lo conociera. Cuando finalmente lo hice y conocí a su familia, simplemente congeniamos. Ellos son muy parecidos, con un espíritu noble; eran como hermanos. Incluso sus gestos se parecían. Ellos eran mejores amigos.
Un arduo trabajo por su mejor amigo
La madre de K.J., LaSondra Singleton, a quien de cariño le dicen San, tuvo que renunciar a su trabajo de mesera para entregarse totalmente al cuidado de su hijo, que estuvo internado en el hospital y libró la batalla más grande de su vida contra la leucemia. Después de atravesar múltiples cirugías y sesiones de quimioterapia, lamentablemente perdió la vida a causa de una insuficiencia cardiaca.
Al ser enterrado sin una lápida que reconociera su lugar de descanso, Kaleb puso manos a la obra y ofreció múltiples servicios para juntar dinero: desde barrer las hojas de las casas de sus vecinos hasta recolectar botellas y latas. Además, creó una cuenta en PayPal para recibir donaciones y rápidamente superó su meta.
Quiero mucho a la señora San. Me entristeció que no pudiera comprar su lápida. Yo quiero que la gente encuentre la tumba de K.J. cuando lo vayan a visitar.
El apoyo no se hizo esperar
La historia sobre el esfuerzo que este chico de 12 años hacía para honrar la memoria de su mejor amigo llegó hasta los oídos de David Techner, el propietario de una funeraria que estaba sorprendido por la iniciativa y la persistencia del joven.
“Esto realmente me llegó al corazón”, dijo, así que donó una lápida para que la familia del pequeño y sus amigos puedan visitar su tumba. Y todo esto antes de Navidad, tal como Kaleb había planeado. Lo mejor de todo es que el dinero que recaudó en PayPal servirá para que San cubra sus gastos mientras consigue un nuevo empleo, pues aún debe cuidar de sus otros cuatro hijos y de su madre con Alzheimer.
Si algo nos enseña esta historia es que los verdaderos amigos están en las buenas, en las malas e, incluso, más allá de la vida.