La mayoría de las noticias que vemos a diario hablan sobre guerra, muerte, política y catástrofes, pero también hay acontecimientos buenos que tienen que ser contados para restaurar la fe en la humanidad. En 1998, Azita Milanian salió a correr como habitualmente lo hacía, pero se topó con una desgarradora imagen: un recién nacido enterrado vivo, con el cordón umbilical todavía unido a su cuerpo y llorando de manera incontrolable. El niño, con apenas unas horas de vida, había sido abandonado a su suerte. Milanian llamó a la policía y ellos se hicieron cargo de la situación.
Pasó el tiempo y por años ella se preguntó qué habría sido del niño; lo que no esperaba fue que, después de tantos años, volvería a reunirse con él. Esta es una noticia que dio la vuelta al mundo y ha dado una lección a todos aquellos que creen que los milagros no existen.
Milanian no esperaba encontrar un bebé durante su paseo
Uno de sus perros, Tango, se había detenido en el camino a oler y arañar la tierra. Milanian fue a investigar y vio que unos pequeños pies salían del suelo. Al principio pensó que se trataba de un animal, pero después escuchó llorar a un bebé.
Cuando comenzó a cavar encontró al pequeño, envuelto en una toalla azul. Lo levantó y le quitó la suciedad de su rostro: “por favor, no mueras. Nunca te dejaré. Te amo”, fueron las únicas palabras que podía repetirle al bebé.
Un bebé milagro
La temperatura corporal del bebé que luego sería llamado Whitaker había descendido, y cuando llegó al hospital fue inmediatamente tratado por hipotermia severa. Tuvo una notable recuperación y el director médico del hospital lo describió como “casi un milagro”. Las enfermeras lo llaman Baby Christian. Unos días más tarde, Milanian fue a ver al bebé y lo observó con lágrimas en los ojos, no lo adoptó porque había aparecido en las noticias y temía que alguien pudiera encontrarlo fácilmente. Aun así, esperaba mantener el contacto, pero después de un año de visitarlo fue adoptado y le impidieron verlo de nuevo.
Fue la experiencia más frustrante. Tenía la esperanza de que él me encontraría, de la misma manera en que nos encontramos ese día.
Whitaker creció en un hogar lleno de amor, en Gardena, sin conocer la historia de cómo lo habían encontrado. La única certeza que tenía era que su segundo nombre era Christian.
Fue un encuentro que no estaba planeado
La madre de uno de los amigos de Whitaker escribió a una estación de radio narrando la historia y solicitando que si alguien lo conocía se reuniera con él para que le contara más sobre su ascendencia. “Te estuve esperando durante 20 años”, dijo Milanian mientras abrazaba a Matthew Whitaker.
Milanian lo llevó al lugar donde lo encontró
El día que se reunieron caminaron juntos por el lugar donde se habían encontrado por primera vez, y la actitud bromista y animada de Whitaker cambió rápidamente. De vuelta en el automóvil, Milanian le preguntó si estaba bien. “Esta podría haber sido mi tumba”, dijo, pero Milanian se sentó junto a él y le dijo suavemente: “pero tú eres deseado”.