Después de que el mundo se sacudió con la noticia de la muerte de Robin Williams en diciembre pasado, una psicoterapeuta y colaboradora de Huffington Post escribió sobre el tema del suicidio y los juicios que la gente emite sobre el tema. Incluyó el testimonio de un sobreviviente —como se define a sí mismo—, no porque él lo hubiera intentado, sino porque no pudo evitar que ocurriera.
Yo experimenté incontables olas de emociones durante días, semanas, meses e incluso años después de perder a mi padre. Los ‘si yo hubiera’ me mantenían despierto en las noches, y pasaba el día exhausto. ¿Y si yo hubiera respondido el teléfono aquella noche? ¿El sonido de mi voz lo habría hecho cambiar de parecer? ¿Lo habría hecho después, de cualquier manera? La culpa del sobreviviente, sin duda.
Algunas veces lloré. Otras, observé el cielo buscando alguna señal de que él estaba en un mejor lugar. También me sentí enojado. ¿Por qué nosotros? ¿Por qué yo? ¿Por qué él? Sí, experimenté muchísimas emociones antes de poder hacer las paces con mi pérdida. Pero un pensamiento que nunca (ni siquiera por un segundo) cruzó por mi mente fue que su suicidio fuera un acto egoísta. El suicidio puede ser muchas cosas, pero no egoísta.
El suicidio es una decisión que se toma a partir de la desesperación, la desesperanza, el aislamiento y la soledad. La depresión se convierte en un agujero negro que lo consume todo y hace que quien la padece se sienta como una carga para sus seres queridos; siente que no hay una salida; se siente atrapado y aislado del mundo. Quien dice que el suicidio es egoísta se refiere a los sobrevivientes. Es egoísta dejar hijos, esposa y otros miembros de la familia atrás, dicen. Lo que no saben es que precisamente esas personas queridas son la razón de que muchos aguanten tan solo un día más.
Por supuesto que quien piensa en el suicidio también piensa en su familia, probablemente hasta el último momento. Pero el estado mental que oprime su alma no les deja alternativa: sienten que no existe una salida, lo cual es un algo devastador. Si no has llegado a un nivel tal de depresión; si no has perdido tu espíritu en un mar de vacío y oscuridad, no puedes hacer juicios así. Probablemente no eres capaz de entender un acto de tal magnitud, y tienes todo el derecho de expresar tus sentimientos al respecto, pero nada de eso ayudará a la siguiente persona; de hecho, sólo lastimará a otros.
Cuando Williams murió, la gente de todas partes se sintió impotente y confundida: ¿Cómo pudo alguien que parecía tan feliz en la vida real, estar deprimido a tal grado? La verdad es que mucha, mucha gente enfrenta la misma lucha cada día, y algunos se suicidan. Otros sólo lo intentarán. Otros más sólo se aferrarán a la vida. La mayoría no será capaz de pedir la ayuda que necesitan para superar su enfermedad mental.
Pero tú puedes ayudar.
Entre el 50 y el 75 por ciento de la gente que desea suicidarse, le comentará a alguien sus intenciones. Escucha. Haz contacto visual. Muestra empatía. Deja a un lado ese no tan ‘Smartphone’ y sé humano. Comprueba cómo están tus amigos que padecen depresión. Incluso si no contestan el teléfono o abren la puerta, haz un esfuerzo por hacerles saber que estás ahí. La amistad no se trata de ‘salvar almas perdidas’ sino de escuchar y estar presente.
Si conoces a alguien que sobrevivió a un suicidio, practica usando las palabras ‘suicidio’ y ‘depresión’ de manera que te salgan tan fácilmente como ‘unicornio’ o ‘goma de mascar’. Escucha sus historias. Sostén sus manos. Sé gentil con sus corazones. Y abraza a cualquiera que necesite de ti cada vez que puedas hacerlo.
El contacto humano puede hacer una gran diferencia en la vida de alguien que lucha contra una enfermedad mental o la culpa del sobreviviente. Es tiempo de hablar acerca del suicidio y la depresión.