Los horrores de la guerra han dejado una huella imborrable en la humanidad, no hace falta exponer las razones, simplemente no hay nada que justifique las vidas arrebatadas y arruinadas detrás de tan despiadado acto. Conflictos como la Segunda Guerra Mundial se posicionan como eventos desgarradores y despiadados que dejaron a su paso anécdotas que por más que quisiéramos enterrar son parte de nuestra identidad como nación y darles la voz correspondiente es lo menos que podemos ofrecerle a las víctimas.
Podríamos pensar que a raíz de la guerra también han nacido momentos bonitos, pero lo cierto es que el adjetivo correcto sería agridulce, ya que dichos eventos nacen de los rincones más horribles en los que se ha encontrado la humanidad. Por ejemplo, los reencuentros de refugiados con sus familiares o los eventos de agradecimiento a los veteranos de guerra.
La siguiente historia tiene precisamente esa connotación agridulce, pues trata del reencuentro de dos viejos amigos que se conocieron en una situación lúgubre pero afortunada. Todo comenzó en 1944, cuando Reginald Pye tenía 21 años y servía en el 224 Field Company de la división Royal Engineers del ejército británico. Este héroe de guerra se encontraba viajando por Francia durante la Batalla de Normandía cuando el destino puso en su camino a Huguette Geoffroy, de 14 años, que lo veía degustar su humilde porción de comida.
Al notar a la pequeña, Pye no dudó en ofrecerle una lata de sardina. Sin embargo, esta lo rechazó, pues estaba más interesada en el pan con mermelada que también formaba parte de la cena del militar. Fue así que este le cedió su preciado pan dulce, a lo que enseguida Geoffroy lo tomó y salió corriendo de nuevo al sitio donde momentos ante se encontraba. El bonito acto no pasó desapercibido por la niña, ya que al día siguiente agradeció el acto con un pequeño pero significativo regalo.
Al día siguiente, el oriundo Galés se encontró con un recipiente que contenía un poco de leche. Además, en un acto fraterno, la menor incluyó una foto de sí misma que tenía escrito su nombre detrás. Esto marcaría de por vida Pye, quien después confesaría que guardó la imagen en su billetera durante 78 largos años y que en la década de los 70 regresó a esa zona de Francia con esperanza de encontrar a su amiga.
El recuerdo de mi breve encuentro con esta joven permanecerá conmigo para siempre. En los momentos más sombríos, esta pequeña interacción humana dejó gran huella en mi vida. Siempre tuve la esperanza de que nos volviéramos a encontrar.
La historia llegó a oídos de la organización Taxi Charity for Military Veterans, que puso manos a la obra para hacer realidad el sueño del héroe de guerra. Después de 78 años de haberse conocido, los dos viejos amigos pudieron reencontrarse en una casa de retiro al norte de Francia, donde vive Geoffroy (hoy de 92 años). Los amigos compartieron fotos, lágrimas y, nuevamente, una rebanada de pan con mermelada que Reginald Pye (hoy de 99 años) le regaló para recordar cómo se conocieron.