Cuando era una niña no tenía conciencia de los estándares de belleza que regían en el planeta, mi vida era feliz y armoniosa y me divertía con cualquier cosa. Sin embargo, cuando fui creciendo y comencé a comprar revistas todo cambió.
Me di cuenta de que mi cuerpo no estaba a la moda, de que mis kilos de más no eran agradables para muchos, que las estrías y la celulitis eran antiestéticas y molestaban a las personas; que las espinillas eran repulsivas; que mi color de piel era diferente; que mis pies eran muy grandes… etcétera.
Me vendieron la idea de que no era exactamente lo que los hombres deseaban, así que llegué a odiar mi cuerpo. No soportaba mirarme en el espejo y ver a esa chica que jamás podría ser actriz o modelo. Comencé a criticarme sin ponerme a pensar en algo muy importante: mi cuerpo es lo único que tengo y la forma en que lo trate es la forma en la que me va a responder.
Como no toleraba estar pasada de peso, comencé a comer más, a hacerme daño, a castigarme por no encajar con los estereotipos; cada día era más exigente y notaba nuevas imperfecciones. No pasaba una semana sin que no me quejara por no lucir perfecta.
Sin embargo, el tiempo me ayudó a recapacitar sobre todas esas mentiras que yo misma dejé que me influenciaran. Todos los cuerpos son diferentes y perfectos. Cada cicatriz es una marca única que representa la lucha constante por seguir adelante.
Mi visión de la vida cambió el día en que comprendí que este cuerpo es el que me permite estar viva, que me deja disfrutar de todo lo que me rodea, que mi piel siente, que mi nariz -incluso con una curvatura- me permite conocer todos los hermosos olores de la naturaleza; que mis ojos cafés me dejan ver todos los impresionantes colores del atardecer.
No es el prototipo de la mujer de ensueño, pero está lleno de amor que estoy dispuesta a compartir con los demás. Ahora que he descubierto que mi cuerpo es el tesoro más importante que poseo, he comenzado a cuidarlo y a consentirlo como nunca.
Y entonces me ha respondido de una forma maravillosa, porque ahora, al verme al espejo, veo a la mujer que siempre quise ver. Los traumas y complejos solo están en la mente y al aprender a amarme y a ser más segura, el mundo entero puede ver mi alma y esencia. Lo demás sale sobrando.