Cuando digo que no quiero ser mamá hay gente que se sorprende y me mira con incredulidad como si, por ser mujer, la maternidad fuera el destino inevitable y yo estuviera desafiando a la naturaleza.
Algunos tratan de disimular la sorpresa, pero otros no pueden evitar cuestionarme: “¿por qué no?”, “se te va a pasar el tren”, “te vas a arrepentir”, “te vas a sentir sola”, “los hijos son una bendición”…
Yo no quiero tener hijos simplemente para llenar un vacío y no sentirme sola, ni por tener miedo a que “se me pase el tren” ni por presión social ni para que un hombre me ame. Cuando tenga hijos quiero que sea porque me siento plena y lista. Pero eso no es ahora.
Tanto querer como no querer ser madre es aceptable, cada persona tiene sus propias razones y todas son válidas siempre y cuando se trate del propio deseo y no de algo impuesto, pues no es procrear solo por procrear; detrás de la maternidad hay una renuncia a tu cuerpo y a tu tiempo. Se requiere valentía para darlo todo y que tu vida ya no te pertenezca solo a ti.
No solo es que no quiero abandonar lo que tengo ni por lo que estoy luchando, sino que soy consciente que aún me falta un largo camino que recorrer para darle lo que necesita a una persona que dependerá totalmente de mí, pues bien dicen por ahí: no solo de amor se vive.
Admiro a las madres y todo aquello que conlleva serlo, pero mientras haya un ápice de duda en mí, no quiero ser mamá.