Cuando eres niña el mundo te mete en la cabeza la idea de que todas las niñas son “la princesa de papá”; sin embargo, hay dolores muy fuertes que sólo viven aquellas chicas que por cuestiones ajenas a ellas, sus papás jamás estuvieron ahí para hacerlas sentir princesas.
Y aunque pasen los años y nosotras, las mujeres a las que nuestro padre abandonó sin una buena razón, sabemos que este dolor siempre estará ahí, y que por más que quisiéramos ser optimistas al respecto, sabemos que no hay nada bueno en eso. Excepto tal vez, la ventaja de que gracias a ese primer dolor en el corazón aprendimos a ser fuertes y no dejar de amarnos sin importar si teníamos un héroe que nos salvara como se cree que lo hace un padre. Por eso esta carta es para ti papá, el primer hombre en romper mi corazón.
Quisiera una respuesta positiva, pero sé que no la hay
Las desilusiones en el amor son marcas que nos dejan para siempre una experiencia que sólo estará ahí para dos cosas: o aprender de ello, o simplemente no olvidar. Si alguna vez te han roto el corazón, seguramente te recuerdes a ti misma experimentando con sentimientos como traición, nostalgia y depresión. Despertar al día siguiente nada más para volver a la misma realidad en la que por más que quisieras no dejas de pensar en aquello que tanto te duele en el fondo de tu corazón y de lo que más quisieras simplemente olvidar; volver a reír, volver a sentir la emoción natural de hacer lo que más te apasiona, dejar de sentir te rota en pedazos.
Las rupturas de corazón simplemente son algo difícil de sobrellevar; y sin embargo, y a pesar de que duelen demasiado, jamás matan, por lo que en el mejor de los casos sólo te hace fuerte. ¿Pero qué sucede con nosotras las chicas a las que el hombre que nos rompió el corazón fue el mismo que se suponía amarnos más en el mundo? ¿Qué pasa con nuestro corazón roto?, quienes despertamos todos los días a vivir esa realidad de la que sinceramente.
La verdad es que aunque quisiéramos recibir una respuesta positiva al respecto, simplemente no la hay. Nosotras, las chicas que crecimos sin padre, sabemos de mano propia lo que es sentir esa decepción acumulada que se proyecta en casi cada aspecto de nuestras vidas. Incluso cuando quisiéramos evitar juzgarlo y respetarlo por el simple hecho de que siempre será nuestro padre, hay sentimientos que el corazón no puede negar, y uno de esos es sentir que no podrás salvar esa figura paterna en tu vida. Sientes que su egocentrismo le ha ganado a tu amor de hija.
Por lo que aprendes a convivir con el fantasma de esa persona que en lugar de atesorar su lugar como “héroe” en tu vida, sientes que ha preferido seguir sus propios caprichos. Y aunque no tienes problema con el hecho de que no vives en una “familia convencional”, realmente lo que te duele es que no tienes esa manía de pensar si tu vida sería diferente si tu padre estuviera contigo en el camino, es sólo eso. Pero sabes que del “hubiera” nadie vive, y que esas otras posibilidades simplemente NO existen. Así que aprender a sobrellevarlo es lo importante, es lo único que vale la pena tener tu atención, pues deprimirse definitivamente no es una opción.
Desde aprender a amarte a ti misma tal y como eres, sin la extensión del padre protector, ni todas esas historias que sabes que otras chicas viven de niñas con el que para ti es sólo un progenitor. Y aunque quisieras no tener dentro esas ganas de un día tenerle de frente y gritarle todo lo que sientes, sabes que debes perdonar; porque sabes que para tu bienestar propio lo mejor es simplemente olvidar. Por tu bien, entiendes que olvidar la soberbia es lo más sano, sin embargo no dejas de sentir que también gracias a tener algo de orgullo por aquellas promesas que nunca te cumplieron solamente dañaron tu lado humilde, así que aprendiste a ser fuerte y sólo ganaste tener un corazón justiciero.
Padre, si lees todo esto, escucha cómo hasta tu falta de apoyo económico hizo invencible tu hija, pues ahora en su adultez pocas cosas le resultan difíciles, como ampliar mis horizontes, para ella límite ya es el cielo. Seguramente todo es lo que quisieras decirle a él, como alguna vez quisiste un abrazo, no estuvo para ti, y ahora que alguien que no merece tu cariño, te recuerda a tu padre y ese corazón frío que te hace no regalar en vano ni uno sólo de tus abrazos. Sí, conforme pasa el tiempo, todo va teniendo sentido y comprendes cómo fueron pasando las cosas.
“Así que tienes razón ‘papa’, yo te debo todo”, debes ahora pensarlo con detenimiento, pues entiendes que sí, le debes todo lo que necesitabas vivir para hoy en día ser una mujer fuerte y entera. Y dile simplemente “gracias”. Gracias por romper tu corazón, pues sabes que fue el primer hombre que lo hizo y sin duda será el que más te duela. Pues si no fuera por ese dolor, tal vez no hubieras superado otros tantos dolores que, comparados con un abandono paterno, ya son poca cosa.
Entonces dile eso, en lugar de gritos y reclamos, dile: “Gracias padre, por que por tus desprecios y la manera en que priorizabas a tu novia en turno, en lugar que a tu hija, logré entender actitudes tan naturales como viles en el ser humano. Cosas como tu egoísmo y falta de inteligencia emocional, siento que me han hecho más fuerte a dolor y más sabia ante el perdón. Por eso gracias, padre; una y mil veces más gracias por tratarme como un paquete del cual sentías que te tenías que deshacer, pues así fue como poco a poco me volví la mujer independiente que ahora vez. Gracias padre, de corazón gracias, tienes razón, además de la vida te debo agradecer la buena decisión que tomaste el día que te marchaste; pues agradezco que no me arrastraste a tu vida mediocre de mentiras, y tuve así oportunidad de formarme mi propio camino”.