Todos alguna vez hemos hablado del destino, incluso, nos han dicho que lo sigamos. Pero ¿qué está en nuestro destino? ¿Cuál es? ¿Es un camino que tenemos asignado desde el día que nacemos o es un camino que elegimos en un momento determinado de la vida? No lo sé. Pero en este largo viaje que conocemos como vida, existen determinados momentos que nos marcan para siempre. Algunas personas lo llaman destino; otras casualidad o incluso, ‘causalidad’. Tú llámalo como quieras, pero a partir de ese momento en cuestión, las cosas no volverán a ser como antes.
A veces, el destino no une con una persona muy especial. Una persona que llega a nuestras vidas en el momento que menos la esperamos, con una sonrisa encantadora y ¡en el momento perfecto! Llega a nuestra vida y pone todo a temblar, rompiendo los esquemas y derrumbando las murallas que habíamos construido para no ser atacadas. Llega y pone todo de cabeza, pero no importa, porque sabemos que valdrá la pena, o al menos eso pensamos.
Es esa persona que sabes que sólo conocerás una vez en la vida, esa persona que desde la primera vez que la ves a los ojos hay una química especial. Desde el primer roce de sus manos sientes que el corazón se quiere salir de tu pecho. Es esa persona que entra a tu vida como un rayo de luz y le inyecta alegría a cada día, te arranca sonrisas de la nada y hace que seas feliz en cada momento que pasas a su lado. Es esa persona que empiezas a querer sin razón alguna.
Antes de que entrara a tu vida creías que eras feliz, pero cuando llegó, comprendiste lo que es tocar el cielo. Es la persona que te hace sentir especial, te hace sentir la más afortunada de todo el mundo sólo porque está a tu lado. Es la persona que no importa cuánto tiempo lleva en tu vida, sabes que quieres que se quede en ella para siempre.
Es en el momento en que él o ella entra a tu vida que comienzas a creer que el destino existe, y que el tuyo, está a su lado. Es tanto el amor que le tienes, que te convences con la idea de que es el amor de tu vida, que están hechos el uno para el otro, y que no hay nadie más para ti.
Piensas que pasarán el resto de sus vidas juntos, sueñas con que nunca se irá, juras que se amarán por siempre y tienes la loca idea de envejecer a su lado. Incluso, idealizan cómo será sus vidas de ahora en adelante, cuántos hijos tendrán, cómo será su casa. Y así recorren una gran parte del camino juntos.
Pero de repente, la realidad toca a tu puerta y te hace despertar con un balde agua helada. De la misma manera en que esa persona llegó, se va. El destino ha decidido que no sea él con quien pases el resto de tu vida, los caminos se separan y cada quien toma uno diferente.
No entiendes por qué la vida un día te une a una persona, y después, sin motivo aparente, te separa de ella. Entonces piensas que el destino es un maldito. Lo odias porque te hizo creer que la persona que puso a tu lado se quedaría para siempre contigo, pero no, él o ella ya no estará más. Sus caminos han tomado un rumbo diferente y quizás nunca se vuelvan a encontrar. Sus sueños y sus anhelos ya no tienen futuro. La mirada de la que un día te enamoraste, no estaba destinada a estar a tu lado siempre. Las promesas de ‘juntos para toda la vida’ se han roto en mil pedazos, ya no existen.
¡A veces, el destino es tan cruel con nosotros! Se dedica a jugar con nuestros sentimientos, nos hace creer que la persona que puso a nuestro lado se quedará para siempre, y después nos la quita. ¡Como si todo lo que necesitamos para ser felices fuera lo único que no podemos tener! Nos manipula a su antojo, nos da la oportunidad de conocer el amor y él mismo se encarga de quitarlo de nuestra vida, haciéndonos conocer el dolor.
O quizá no es su culpa, tal vez así estaba escrito que tenía que suceder y es algo que procede de un lugar poderoso y desconocido. Tal vez sólo es una mala jugada del propio destino que pasó sin querer. Quizá a pesar de lo mucho que luchamos por estar junto a una persona, las circunstancias no están a favor. Tal vez sí estábamos hechos el uno para el otro y éramos almas gemelas, el único problema es que no estábamos destinados a estar juntos, sólo a acompañarnos en una etapa más de nuestras vidas.
Algunas personas sólo entran a nuestras vidas para darnos una gran lección. En el momento en que la hemos aprendido, se marchan. Ése era el destino.
Porque te quise y te quiero, aunque estemos destinados a no ser.
–Julio Cortázar, Rayuela.