Por mucho que así lo queramos creer y a pesar de su increíble habilidad para mantener las cosas en relativa calma sin volverse locas (al menos no del todo), las mamás no son superheroínas; son humanas: se cansan, se hartan y más de una vez al día desean renunciar a la maternidad.
Celeste Erlach, madre de dos pequeños, envió un mensaje contundente a su esposo: los hijos se crían entre dos. La mayoría de las familias crecimos viendo cómo el hogar y los pequeños eran tarea exclusiva de las madres, y ahora se espera que, además de cumplir con ello, también trabajen. Por eso Celeste decidió escribirle una carta a su marido…
“Querido esposo…”
Necesito más ayuda. Sé que anoche fue duro para ti, te pedí que cuidaras al bebé para poder irme temprano a la cama. Él lloraba. Gritaba, más bien. Podía escucharlo hasta arriba y mi estómago se estremecía por el sonido, me preguntaba si debía bajar para liberarte de la tortura o cerrar la puerta y tener el descanso que tan desesperadamente necesitaba. Elegí lo último.
Después de 20 minutos viniste al cuarto, el bebé seguía llorando, lo pusiste en la cuna y la acercaste a mi lado de la cama. Fue un claro gesto de que habías terminado de cuidarlo. Quería gritarte, en serio estuve a punto de empezar una pelea épica contigo en ese momento. Estuve cuidando a nuestros dos hijos TODO el día. Lo menos que podías hacer era estar con él un par de horas para que yo pudiera descansar un poco al fin. ¿Es mucho pedir?
Sé que ambos crecimos en una casa con los típicos roles de madre y padre. La carga de cuidar a los hijos recaía completamente en nuestras mamás, mientras que nuestros papás estaban relativamente eximidos de esa responsabilidad. Eran excelentes padres, pero no se esperaba que cambiaran pañales, alimentaran, se preocuparan y atendieran a los hijos. Las mamás eran supermujeres que se encargaban del hogar: cocinaban, limpiaban y criaban a los niños. Cualquier ayuda de sus maridos era bienvenida, mas no esperada.
Veo cómo cada día estamos más y más inmersos en esa rutina familiar. Mi responsabilidad es alimentar a la familia, limpiar la casa y cuidar de los niños incluso después del trabajo. Siento que yo tengo la culpa de esto porque he creado la ilusión de poder con todo. Y, para ser sincera, me gustaría poder.
Veo a mis amigas y a otras mamás hacerlo excelente y sé que tú también te das cuenta. Si ellas pueden y si nuestras mamás pudieron, ¿por qué yo no? No lo sé. Quizá nuestros amigos son perfectos en público, pero en la privacidad de sus casas también batallan. Tal vez nuestras mamás sufrían en silencio y, años después, simplemente ya no recuerdan lo difícil que fue. O quizás este es un pensamiento que me persigue, yo no estoy calificada para este trabajo. Y por mucho que me cueste decirlo: necesito más ayuda.
Pedírtelo me hace sentir fracasada. Es decir, sí ayudas. Eres un padre asombroso y haces un gran trabajo con los niños. Además, esto debería ser fácil para mí, ¿no? Por aquello del… ¿instinto maternal? Pero soy humana y duermo, si bien me va, cinco horas al día. Estoy cansada. Te necesito.
En las mañanas necesito que me ayudes a alistar a nuestro niño mientras yo me hago cargo del bebé, preparo el desayuno y tomo una taza de café. Y no, alistar al niño no significa dejarlo frente a la televisión. Significa que lo lleves al baño, le des su desayuno, te asegures que bebió agua, prepares su mochila…
En las noches necesito una hora para desestresarme en la cama sabiendo que nuestro niño está dormido y que el bebé está bien en tus manos. Sé que es difícil escucharlo llorar. Créeme, lo sé. Pero sí yo puedo cuidarlo y tranquilizarlo la mayor parte del día, tú puedes hacerlo por una hora o dos. Por favor.
Los fines de semana necesito descansar un poco más, salir de la casa y sentirme como una persona normal, incluso si es solo un pequeño paseo por la cuadra o una ida a la tienda. Y aunque parezca que tengo todo bajo control también necesito tu apoyo. Que cuando los niños duerman te ofrezcas a lavar los platos y no esperes que yo haga todo.
Finalmente, necesito escucharte decir que estás agradecido por lo que hago. Quiero que notes cuando lavo la ropa o cuando preparo la cena, que te des cuenta de que jamás te he pedido que te quedes en casa cuando tienes actividades extra en el trabajo o cuando sales a hacer deporte. Cuando una es mamá, todos asumen que debemos estar en casa todo el tiempo y siempre disponibles para cuidar a los niños, ya sea que tú estés o no.
Sé que nuestros padres no lo hicieron así, y de verdad odio tener que pedirlo. Ojalá pudiera hacerlo todo y que fuera pan comido, ojalá no me hiciera falta un poco de reconocimiento de tu parte para hacer lo que se supone que debo hacer como madre. Pero estoy blandiendo una bandera blanca y reconociendo que soy humana. Te estoy diciendo lo mucho que te necesito y que si sigo así me voy a desmoronar. Eso te heriría a ti, a nuestros hijos y a nuestra familia. Porque, aceptémoslo: tú me necesitas también.