La forma en la que un bebé es cuidado inmediatamente después del nacimiento impacta significativamente su transición del vientre materno a la vida exterior. En este periodo temprano existe una hora de vital importancia para la madre y el bebé en la que el contacto directo es decisivo y sus efectos se prolongan a lo largo de la vida.
Es durante esos primeros minutos de la llamada “hora sagrada” en los que se recomienda aplazar las revisiones de rutina para que se realice el contacto piel a piel entre madre e hijo.
Según la especialista Constanza Soto Coti, del Hospital Materno Infantil Ramón Sardá en Argentina:
“La primera hora de vida es sagrada. Esos minutos iniciales son un periodo sensible durante el cual el contacto estrecho entre la madre y el recién nacido puede tener efectos positivos de largo plazo, como una mayor seguridad y mejor tolerancia a la angustia de la separación”
Estos primeros minutos producen múltiples beneficios para el recién nacido
Reduce las hormonas del estrés y el llanto, estabiliza la presión arterial, la respiración y oxigenación, mantiene la temperatura y los niveles de glucemia y promueve la lactancia materna.
Durante nueve meses los bebés no pasan hambre, sed, calor ni frío
Por lo que es importante que reciba los estímulos exteriores que encuentra al nacer de forma paulatina.
Si el parto no tuvo complicaciones, pueden esperar los procedimientos de limpieza y salud
Los bebés nacen con el cuerpo cubierto de una capa grasosa que los protege contra infecciones.
Inicia el estímulo para la lactancia
Cuando se les deja reposar junto a su madre, los bebés instintivamente se acercan a su pecho y tienen más posibilidades de succionar correctamente desde el primer intento.
Fortalece el vínculo madre-hijo
El contacto piel a piel permite a la madre y al bebé comenzar a conocerse. Según varios estudios, las madres que tuvieron contacto directo inmediato después del nacimiento se sienten más seguras y cómodas al conocer las necesidades de su bebé que quienes no lo hicieron.