La tensión y el estrés no son exclusivos de los adultos y a veces la tarea de tranquilizar a un pequeño puede tornarse complicada. Para ello existe una técnica ideada por la educadora italiana María Montessori, conocida por sus revolucionarios métodos de enseñanza, orientados a que los niños desarrollen la armonía y el equilibrio, así como la responsabilidad en sus acciones.
Entre los más conocidos se encuentra el “frasco de la calma”, que es una técnica muy eficaz para tranquilizar a un niño durante un periodo de tensión, rabieta o llanto, además de que favorece la creatividad.
Cuando un niño se encuentra inquieto, la primera reacción de los padres es pedir al niño que se calme por un momento, cuya respuesta por lo general es una escena de gritos y llanto. En ese momento se agita el frasco y se entrega al pequeño, acompañado de un tono de voz suave y una explicación de cómo respirar lentamente.
Mientras el brillo se asienta en el fondo, el pequeño despeja su mente y poco a poco disminuye el estrés. Además, esta técnica ayuda a organizar y a centralizar el sistema nervioso del niño, le permite concentrarse en algo específico y eventualmente lo lleva a la calma.
Para hacerlo se necesita un frasco de vidrio o una botella de plástico transparente, agua tibia de preferencia, tres cucharadas de brillantina de diferentes tamaños, dos cucharadas de pegamento transparente y champú infantil transparente. Mezcla todos los ingredientes dentro del frasco y deja un espacio para que se mueva el contenido.