A la mamá que dio el pecho a su bebé hasta que ya no lo necesitó más: conozco lo que es sentir que tu pequeño está recibiendo de ti todo lo que necesita. Tu cuerpo es algo asombroso. También conozco el sentimiento de agotamiento absoluto cuando sientes que todo es tu responsabilidad, que tus pezones están agrietados y no tienes descanso. No somos rivales.
A la mamá que alimenta con fórmula a su bebé: conozco el amor que te abruma cuando ves a tu esposo alimentar a tu bebé, y a tu madre alimentar a su nieto como lo hizo contigo hace años. También sé que experimentas culpa y presión por los juicios de aquellos que observan desde afuera. Sé que has tratado de explicarles tus razones. No somos rivales.
A la mamá que prepara cada papilla en casa: conozco tu tranquilidad al saber qué es exactamente lo que come tu bebé. Sé también el desencanto que te produce que tu pequeño escupa todo tu trabajo. No somos rivales.
A la mamá que tiene su despensa surtida con comida de bebé del supermercado: sé que tu tiempo es valioso y que tus gastos parecen haberse duplicado, y que esas papillas no huelen delicioso. No somos rivales.
A la mamá que descansa al mismo tiempo que lo hace su bebé: conozco el privilegio que sientes al verlo dormir y abrazar su cuerpecito suave. Sé también cuánto has deseado una cama tamaño queen para que tu pequeño te deje espacio. No somos rivales.
A la mamá que llevó a su bebé a la guardería después de 12 semanas: sé que estás preocupada por no poder estar pendiente de tu pequeño. Sé también que sientes angustia cada vez que asomas tu cabeza cuando vuelves a recogerlo, para saber que está bien. No somos rivales.
A la mamá que va por su bebé cada vez que llora: sé que no será pequeño por mucho tiempo, y esos cariños y atenciones son muy valiosos. Sé también la desesperación que causa un bebé que no duerme cuando tanto necesitas descansar. No somos rivales.
A la mamá que le enseña a su hijo a calmarse por sí mismo: sé cuánto deseas ir por él cuando llora, y que dudarás de cualquier técnica que estés siguiendo. Sé también que tu bebé se despertará y te sonreirá en la mañana y no te amará menos por eso. No somos rivales.
A la mamá que regresó a trabajar: conozco la alegría de participar en conversaciones de adultos y volver a tu rutina. También sé que sientes culpa y tristeza cuando besas a tu pequeño al despedirte. No somos rivales.
A la mamá que se queda en casa: sé de la alegría que existe en un día llena de placeres simples y risas. Sé también de las incesantes demandas que debes cumplir, y la necesidad de justificar tu lugar en la sociedad. No somos rivales.
No existe un camino equivocado. Sólo existe el tuyo. Algunas veces es una elección; otras, una circunstancia. Todas somos madres de distinta manera. Pero todas coincidimos en hacer nuestro mejor esfuerzo. Podemos querer morir por algunas decisiones que tomamos. Y sentirnos culpables es algo que llega junto con la maternidad.
Algunas veces desearíamos dejar la casa con una pañalera más pequeña. Pero todas amamos a nuestros hijos con una pasión que no sabíamos que fuéramos capaces de experimentar, y lloraremos en su primer día de clases.
NO SOMOS RIVALES. SOMOS MADRES.