México es una fuente inagotable de inspiración gracias sus hermosos y coloridos escenarios, y por eso Wes Gordon, director creativo de Carolina Herrera, decidió confeccionar una colección de prendas alegres y llenas de vida que refleja el alma del país latinoamericano.
Resort 2020 es el resultado de la influencia de México en el mundo de la moda en el que la marca combinó estampados eclécticos y siluetas innovadoras para reflejar la alegría de vivir y la energía vibrante de las mujeres mexicanas.
Además, la marca creó una lista de reproducción en Spotify para complementar la ropa y crear el ambiente perfecto de una fiesta latina. Esta contiene artistas como Los Polares, Los Yetis, Plastilina Mosh y Celia Cruz.
Inspirada por las fiestas latinas, la colección Resort 2020 es una mezcla alegre de colores llamativos y energía vibrante que encuentra su inspiración en la Carolina Herrera de 1970. Abrazando este concepto, nuestra lista de reproducción es una colección de rock psicodélico latinoamericano. Desde el estilo brasileño de Os Mutantes, hasta Durango (México) con Los Dug Dug’s. Es la clase de música que te inspira a surfear en Costa Rica antes de hacer una parada en la colorida Cartagena.
A pesar de su belleza, la colección ha causado gran revuelo entre los usuarios de las redes sociales que acusan a la marca de apropiación cultural y piden legislar la protección del patrimonio cultural como derecho colectivo, más allá del beneficio económico, y que se reconozca el trabajo y la autoría de los pueblos y comunidades indígenas.
Carolina Herrera no es la primera marca en ser acusada de plagio. En el 2018 Michael Kors presentó una sudadera para hombre en su desfile de primavera cuya inspiración fue el diseño artesanal de una prenda típica del folclor mexicano conocida como jerga. La molestia escaló cuando se dio a conocer que el precio de la sudadera de marca era de 20 mil pesos, cuando en México se vende en alrededor de 200 pesos.
Aunque la inspiración es evidente, según algunas organizaciones es imposible regular la situación ya que los diseños no se encuentran registrados por las comunidades indígenas y, además, el hecho de que se trate del un arte colectivo y no individual, dificulta su protección.