Las ocupaciones personales, obligaciones familiares y las largas jornadas laborales son factores que influyen para que la amistad en la vida adulta se torne cada vez más compleja. En la jerarquía de las relaciones, la amistad por lo general se encuentra en el último lugar; y las parejas, padres e hijos, vienen primero.
La amistad es una relación única porque, a diferencia de las relaciones familiares, éste es un lazo que elegimos y que carece de una estructura formal. No te alejarías meses sin hablar o ver a tu pareja, pero podrías pasar ese lapso de tiempo sin ver a un amigo. ¿La razón? No estamos obligados con nuestros amigos de la forma como lo estamos con la pareja, los trabajos o familia.
A medida que las personas se dirigen hacia la mitad de su vida, tienden a tener más obligaciones y actividades que demandan casi todo su tiempo, y muchas de ellas son más apremiantes que la amistad. Después de todo, es más fácil posponer una salida al café con un amigo que no asistir el juego de tus hijos o cancelar un viaje de negocios.
El tiempo que un adulto promedio invierte en su mayoría es en el trabajo y la familia. No todos se casan o tienen hijos, pero incluso quienes permanecen solteros también ven afectadas sus relaciones de amistad por las parejas de otros. El nuevo tipo de amistades que se cultivan en la mediana edad pertenecen, por lo general, a otro círculo social: son los compañeros del trabajo, o los padres de los amigos de sus hijos porque es más fácil permanecer con ellos porque ya se tienen una excusa para pasar tiempo juntos. Además, los adultos sienten la necesidad de ser más delicados en sus relaciones y no demandan tanto de sus amigos, así que dejan de poner expectativas sobre ellos.
William Rawlins, profesor de la Universidad de Ohio explica:
“El aspecto agridulce de la edad adulta comienza con la amistad y ese aspecto exuberante y profundo que ayuda para que averigües quién eres y qué sigue. Y lo que encuentras al final de la juventud, es que ahora no tienes tiempo para las personas que te ayudaron a tomar esas decisiones”.
A medida que transcurre la vida, las personas hacen amistades y las mantienen de diferentes formas. Hay quienes son independientes y hacen amigos a donde quiera que van, por lo que es probable que tengan más citas amistosas que amistades profundas. Otros, los más exigentes, tienen pocas amistades a quienes permanecen cercanos con los años, pero esa cercanía implica que la pérdida de uno de estos amigo podría ser devastadora. Los más flexibles son quienes conservan los viejos amigos pero continúan conociendo gente a donde quiera que van.
A la larga, las tareas que ocupan nuestro tiempo disminuyen en la vejez. Una vez que las personas se jubilan y los hijos han crecido, parece que hay más tiempo para compartir otra vez con los amigos. La gente tiende a reconectar con viejas amistades con quienes perdieron contacto y a pasar más tiempo con ellos, porque en esa etapa es cuando comienzan a privilegiar las experiencias que los harán más felices en el momento que actuar por obligación o compromiso.