Soy una persona que piensa demasiado, y lo he sido desde pequeña, pero ahora es más grave. Mi cerebro se está moviendo siempre 20 pasos adelante de mi situación actual: veo el final antes de que algo siquiera realmente comience.
Odio no tener el control de la situación. Imaginar las cosas malas que probablemente sucederán y analizar lo imposible de conocer. Pero lo más grave es que pensar demasiado no sólo me afecta a mí sino a las personas con las que convivo. A veces me deprimo, y tantas ideas en mi cabeza ocasionan que mi memoria sea deficiente; me cuesta trabajo tomar decisiones… En síntesis, no estoy viviendo mi presente.
1. A veces creo en problemas que ni existen
Puedo analizar excesivamente algo tan lejano que puedo crear un problema en mi cabeza que realmente no existe. Puedo tomar un pequeño comentario y revisarlo en mi mente tantas veces que me olvido incluso del comentario original. Eso me desgasta. Y no digo nada porque…
2. Me preocupa que decir algo cree otro problema
Cuando se trata de las personas, muchas veces repaso comentarios que me han hecho y entonces me encuentro atrapada pensando en todos los escenarios posibles y los resultados, y me imagino conversaciones antes de que sucedan, cuando es probable que ni siquiera vayan a suceder.
He aprendido por experiencia que elaborar conversaciones en mi propia cabeza siempre conduce a un “¿De qué estas hablando?” Y eso no es ni remotamente lo que quería decir.
3. Constantemente necesito que otros me calmen
Cada vez que estoy teniendo un problema realmente grande y voy con mis amigos a pedirles su opinión alegando que siento que me estoy volviendo loca y que estoy nerviosa, generalmente me contestan: “Es necesario que te calmes. Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua”.
Nueve de cada 10 veces, tienen razón. Quienes pensamos demasiado acerca de todo, necesitamos que nos digan que debemos calmarnos. Si no, acabamos de enterrarnos más a nosotros mismos y eso no es divertido.
4. Padezco de insomnio
Dicen que cuando nuestra mente está constantemente en marcha, es difícil apagarla sin tener ayuda para dormir. Podemos estar horas dando vueltas una vez que nuestra cabeza toca la almohada. y justo cuando estamos a punto de quedarnos dormidos, un pensamiento llega a nuestra mente.
Cuando decido irme a la cama, el sueño desaparece. Cualquier distracción me afecta y me pone en alerta. Duermo mal, pero si al día siguiente me gana el cansancio, me distraigo ¡pensando!
5. Puedo ser un poco insoportables a veces
A lo largo de mi vida, he descubierto que cuando me permito pensar demasiado, me convierto en un problema, puedo ser insoportable y un poco difícil.
Mis amigos se molestan, mi familia se enoja y mi novio tiene que cuidar lo que dice cuando estoy molesta. No es algo que me guste: ¿quién quiere ser la persona ofende o molestar a alguien con el más mínimo comentario?
Estar presente es una de las lecciones más importantes que he aprendido recientemente. Nosotros, los pensadores compulsivos, necesitamos detenernos a mirar lo que estamos haciendo y dónde estamos en este momento. Sólo en este momento. Un amigo me dijo que yo estaba continuamente extrañando el pasado o preocupándome por el futuro, y es cierto. Todo será mejor si sólo tomamos las cosas hora a hora, día a día, semana a semana.
Tenemos que mantenernos con los pies sobre la tierra. Aceptar nuestra falta de control y hacerle frente. Esto sólo es posible si confiamos en la vida. Si nos enfocamos en tener nuestros corazones y mentes fijas en lo que queremos. Podemos tomar todo ese pensamiento negativo producido por nuestra mente y convertirlo en positivo al imaginar lo que queremos y cómo conseguirlo.