La lealtad y el amor de un perro no tiene caducidad, ellos están siempre al lado de sus amos, incondicionalmente. Pero existen personas que no toman en cuenta este lazo, simplemente se deshacen de los animales como si fueran objetos, sin tomar en cuenta sus sentimientos o su bienestar.
Esta es la historia de la hermosa perrita Nube Viajera, una linda mestiza que fue abandonada por sus dueños sin ningún remordimiento. La can siguió su pista hasta el aeropuerto de Bucaramanga, Colombia, y se quedó a deambular por el lugar por un mes, en espera del regreso de aquellos a quienes amó.
La pequeña cayó en depresión
Durante todo ese tiempo, el animal fue bienvenido por las personas que laboran en la terminal, quienes se encargaban de alimentarla y brindarle cariño. Algunas veces aceptaba la comida y las caricias, pero después regresaba a su incansable búsqueda.
Lamentablemente, el tiempo pasó muy rápido y la pequeña cayó en depresión, de pronto dejó de comer y se pasaba el tiempo tirada en el piso. Preocupados por la situación, los funcionarios del aeropuerto llamaron a la Fundación Amiga de los Animales y la Naturaleza (Fanat).
No era callejera, fue abandonada
El veterinario Alejandro Sotomonte Niño, quien además es el representante legal de Fanat, declaró que la perrita no mostraba señales propias de ser un perro callejero.
No tenía collar, pero presumimos que fue abandonada, porque los callejeros tienen un instinto de supervivencia mayor. El perro callejero no rastrea tanto y puede ser trasladado de un sitio a otro pero no cae en depresión. El callejero no es de nadie pero todos son sus dueños. Se presume que tenía amo y casa y que fue abandonada porque la perra no se movió nunca del aeropuerto y se alejaba muy poco.
En dichas condiciones, la tierna Nube Viajera no pudo permanecer más tiempo con vida y falleció de tristeza. Se calcula que el animal no tenía más de dos años, su peso era regular y, por sus signos vitales, no evidenciaba enfermedades graves.
Murió esperando a que regresaran por ella
La perrita olfateaba y caminaba con prisa entre funcionarios y turistas como buscando algo o a alguien, que seguramente estaban relacionados con su antiguo hogar.
De acuerdo con algunos testimonios recogidos por la fundación, las primeras semanas la perra iba y venía. Aceptaba comida de los viajeros y trabajadores del lugar. A veces se ausentaba, tal vez husmeando los rincones más remotos del aeropuerto una pista de los que la dejaron cerca, pero, después de un tiempo, regresaba para continuar con su búsqueda.
No estaba enferma, fue la tristeza
La conducta de los últimos dos días de vida de la mascota fueron, en opinión de quienes la recogieron en el aeropuerto, la prueba más contundente de la hipótesis de ese abandono. La pequeña no quiso caminar más, simplemente se echó en una esquina de la terminal y decidió no seguir buscando entre la gente eso que tanto la hizo notoria los primeros días. Tampoco quería recibir alimento.
La perrita mostró un deterioro en cuestión de 48 horas. Pese a que le suministramos alimento y medicina vía endovenosa, se sumió en la tristeza y en la depresión y no sobrevivió. Cuando se le abrió historial clínico, la perra estaba en un rango normal, sus mucosas no eran pálidas pero su ánimo sí muy triste.
Esto declaró Sotomonte después de argumentar que en la etología o la ciencia que estudia el comportamiento de los animales está científicamente establecido que un animal puede escoger morir cuando atraviesa un serio problema de depresión.