Irán bajo tensión. El pasado 19 de septiembre, las protestas estallaron en el país de Medio Oriente, especialmente en Teherán, donde una multitud de varias decenas de personas, en su mayoría mujeres, sin hiyab, gritaron “muerte a la república islámica”.
El origen del enojo y la indignación es la muerte de Mahsa Amini, una joven que fue arrestada y torturada por la policía de la moral del gobierno iraní por no usar su hiyab correctamente el pasado 13 de septiembre. Pero también el creciente resentimiento de la población frente a la institución.
Desde la revolución islámica de 1979, el hiyab ha sido obligatorio para las mujeres en Irán y la policía de la moral es la encargada de hacer cumplir esa y otras restricciones. La fuerza ha sido criticada en los últimos años, especialmente por el trato que da a las mujeres jóvenes.
La institución vela por la estricta aplicación de la ley en las calles, en la que las mujeres deben cubrirse el cabello en público a partir de los siete años, independientemente de su fe o nacionalidad. Además, quienes no lo hacen son consideradas delincuentes.
Las restricciones, que durante décadas se han aplicado con diversos grados de flexibilidad, también incluyen usar abrigos cortos arriba de la rodilla, pantalones ajustados y jeans rotos, así como atuendos de colores llamativos, entre otros.
En 1979, el nuevo poder tuvo que dar marcha atrás en su deseo de hacer obligatorio el uso del velo, por lo que la imposición se aplicó gradualmente, pero a mediados de la década de 1980 se produjo el desarrollo de una política restrictiva para generalizar el “buen hiyab”, llamada el tiempo del “velo o flagelación”.
Sin embargo, la definición de “buen hiyab” no es precisa. De acuerdo con un entendimiento común, las mujeres deben cubrirse con un velo en el espacio público y usar una prenda suelta de longitud variable.
A partir de la década de 1990, las mujeres comenzaron a jugar con las reglas para liberarse de ellas. En 2013, después de la elección del presidente moderado Hassan Rouhani, la policía de la moral desapareció en gran medida de las calles.
A menudo, el burka se cambiaba por pantalones y una especie de mascada colorida, que no era raro ver completamente doblada sobre los hombros. Pero a partir de 2016, la lucha contra la “inmoralidad” cobró aún más fuerza.
Unos siete mil agentes incógnitos vestidos de civil, entre ellos hombres y mujeres, fueron contratados para recorrer las calles de la capital y corregir a las infractoras. Las acciones del régimen iraní provocaron la indignación no solo de los ciudadanos, sino de organizaciones internacionales como Amnistía Internacional.
La policía de la moral vigila a toda la población femenina, es decir, 40 millones de mujeres y niñas. Sus agentes recorren la ciudad para examinar la vestimenta de las mujeres: evalúan escrupulosamente el número de mechones de cabello que dejan asomar, el largo de los pantalones y su abrigo y la cantidad de maquillaje que usan.
– Amnistía Internacional, a través de un comunicado
Además, según la ONG, “ser vista en público sin velo puede dar lugar a diversas sanciones: arresto, prisión, flagelación o multa, simplemente porque la persona en cuestión ha ejercido su derecho a elegir cómo vestir”.
Por desgracia, la llegada al poder del presidente conservador Ebrahim Raisi, en 2021, no ha mejorado la condición de las mujeres en Irán, pues las intervenciones de la policía de la moral han incrementado.
Apenas el pasado mes de julio, se compartió en las redes sociales un video filmado con un teléfono que muestra a una mujer bloqueando el camino de un vehículo de la brigada “antimoral”, suplicando a los oficiales que liberen a su hija, quien dice que está “enferma”.
Lamentablemente, dos meses después fue el turno de Mahsa Amini de caer en manos de la unidad especial. Sin embargo, según CNN, Tara Sepehri Far, investigadora de Irán y Kuwait, división de Medio Oriente y África del Norte de Human Rights Watch, la muerte de Amini parece estar uniendo a los iraníes de diferentes mentalidades.
Las críticas sobre el incidente provienen no solo de los opositores al régimen, sino también de ciudadanos sin antecedentes de disidencia, así como de aquellos que están cerca del poder.
En medio de las protestas históricas por el caso de la joven iraní, organizaciones internacionales, incluida Amnistía Internacional, han pedido al gobierno de Irán que investigue la muerte de Mahsa Amani, tomando en cuenta las denuncias de tortura.
Mientras tanto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) externó su preocupación por el caso, pero también por la represión en las manifestaciones. Sin embargo, aunque existe la sensación de que el régimen puede sentirse vulnerable, expertos cuestionan si el movimiento actual se expandirá o simplemente se debilitará ante la creciente represión estatal.