Una amiga en común unió a dos personas que deseaban ser padres, pero por una circunstancia u otra no lograban encontrar a la indicada para cumplir su sueño.
A los 38 años, Virginia Laino inició un tratamiento de fertilidad para ser madre soltera por elección, luego de 18 años de carrera profesional en la Cruz Roja Internacional, pues decidió que no tenía tiempo para apostarle al amor y esperar a que surgiera el plan de tener un hijo.
Por otro lado, Braulio Bauab se encontraba en pareja con un hombre, pero al llegar el deseo de criar un hijo supo que quería que fuera con una mujer. Luego de ponerse a investigar, descubrió que existe una opción llamada “coparentalidad” (acuerdo entre dos personas para tener y criar un hijo sin estar en pareja) y supo que necesitaba a una fémina que quisiera ponerla en práctica.
Después de dos años de que Virginia intentó embarazarse, una amiga le platicó sobre Braulio, pero no fue tan sencillo que ella cediera a conocerlo:
Me costó mucho lograr una cita con ella para contarle qué era la coparentalidad.
Con el paso del tiempo el encuentro se logró y cuatro meses después comenzó un tratamiento de fertilidad de alta complejidad llamado ovodonación. Virginia quedó embarazada al primer intento.
Para que ambos pudieran participar en los cuidados del embarazo y de su hija cuando naciera, rentaron un departamento. Meses más tarde llegó Vera al mundo y fue el momento para que conocieran a los familiares del otro.
Luego de un año y siete meses, la relación está más fuerte que nunca y tanto Virginia como Braulio están felices de tener una hija en común, aunque no exista una relación de pareja entre ellos.
“Yo esperaba a alguien que cumpliera el papel de madre y yo el de padre, nada más, pero se creó un vínculo muy fuerte. No tenemos sexo pero sí un vínculo muy especial. Va más allá de la amistad, ahora somos familia”, dijo Braulio.
La pequeña Vera duerme cuatro días a la semana en casa de su mamá, tres en la de su papá y una noche por semana tienen una cena familiar los tres.