El día de ayer, las mujeres fueron removidas de las calles de Kabul. En el primer día de la ley del Talibán en todo Afganistán, patrulleros y policías confiscaron armas a guardias de seguridad y urgieron a la gente y los trabajadores del gobierno a regresar a trabajar.
Miles de personas intentaron huir, llenando las pistas de los aeropuertos donde patrullas usaron armas de alto calibre y helicópteros para evitar la fuga de los ciudadanos que ahora temen por su vida, mientras que el resto de los afganos han comenzado a adaptarse, quieran o no, al nuevo y radical régimen del Talibán.
Aunque todos corren peligro, la realidad es que las mujeres afganas son las que ahora son señaladas por hablar en contra de los ataques del Talibán o simplemente por tener cargos y puestos de importancia y autoridad dentro de la sociedad y el gobierno de Afganistán.
Mientras la ciudad cae en las manos de insurgentes islámicos, numerosos reportes aseguran que el Talibán ha ido de puerta en puerta con listas de mujeres y niñas, entre 12 y 45 años, para ser forzadas a casarse con los guerreros islámicos en contra de su voluntad, planes o deseos propios.
Además, las mujeres han sido obligadas a quedarse en casa sin la compañía de ningún otro hombre, ahora no pueden trabajar, estudiar o escoger libremente la ropa que quieran usar. Las escuelas también están siendo cerradas.
Para toda una generación de mujeres afganas que lograron construir una vida pública, política o social, ya sea como abogadas, periodistas, gobernantes, doctoras, enfermeras o maestras, hay muchísimo que perder. Zahra, una chica de 26 años, declaró que con la llegada de este régimen, su vida estudiantil y sus esfuerzos en la universidad fueron en vano.
Estoy en shock. ¿Cómo puede ser posible para mí, como mujer, que he trabajado tan duro, que he intentado aprender y avanzar, ahora tener que esconderme y quedarme encerrada en casa?
Farkhunda Zahra Naderi, licenciada y parte de los consejeros por parte de la ONU del presidente Ashraf Ghani, declaró su temor al observar durante 20 años cómo su país luchó por mejorar y ser parte de una comunidad global, solo para que, ahora, el Talibán destruya el poco progreso que habían conseguido.
Ahora, mi peor miedo es que están marginalizando a las mujeres que han trabajado en posiciones de liderazgo, que han sido una voz fuerte en contra de los abusadores más poderosos, pero que también han trabajado con ellos para cambiar la situación desde raíz. Si el Talibán elimina a estas líderes, ¿quiénes quedarán para hablar, alzar la voz por las mujeres y defender los avances que se han hecho durante los últimos 20 años?
Aunque los líderes del Talibán aseguraron que las mujeres seguirían teniendo derechos igualitarios en concordancia con la ley islámica, ciudades controladas por los insurgentes han obligado a las mujeres a dejar su trabajo o han sido despedidas para contratar únicamente hombres.
La historia de Afganistán con el Talibán data de 1996 a 2001. Cuando el grupo fundamentalista gobernó el país, impusieron la ley Sharia, una interpretación radical de las leyes del Islam en la que las mujeres no pueden trabajar, las niñas tienen prohibido ir a la escuela, todas deben cubrir su rostro y siempre deben estar acompañadas por un hombre cuando quieran salir de casa.
Lo peor de todo es que toda aquella mujer, sin importar la edad o estado civil, que llegara a romper las reglas establecidas, sufría de humillaciones públicas, golpizas, linchamientos y lapidaciones por parte de la policía religiosa del Talibán.
Sin embargo y a causa de esta nueva era de poder, muchas mujeres han decidido intentar huir. De acuerdo a la agencia de refugiados de la ONU, más de 250 mil afganos abandonaron su hogar y dejaron el país desde finales de mayo, 80 por ciento de ellos son mujeres y niños.