Si eres de esas personas que disfrutan andar descalzas, sobre todo en esta temporada de verano, pero te preocupa la aparición de los antiestéticos callos, debes saber que, según un estudio reciente, las callosidades son un mecanismo de protección del cuerpo para las plantas de los pies cuando habitualmente se camina sin zapatos.
Investigadores de las universidades de Harvard (Estados Unidos) y Chemnitz (Alemania) encontraron durante su proyecto que, a diferencia del calzado, las callosidades no reducen la sensibilidad ni alteran las fuerzas que los pies transmiten a las articulaciones al caminar, de lo cual aún se desconocen los efectos en el esqueleto humano.
También observaron que el grosor de los callos no reduce la protección que le dan al pie; por el contrario, los callos gruesos se desarrollan naturalmente en quienes acostumbran a caminar descalzos para darles protección en superficies incómodas o resbaladizas.
Según explicó Thomas L. Milani, experto participante en el estudio, el objetivo del mismo no era encontrar aplicaciones en el calzado o las plantas del pie, sino conocer realmente cómo evolucionaron nuestros cuerpos.
El calzado más antiguo del que se tiene registro data de hace unos ocho mil años, aunque hay evidencia que sugiere la existencia de sandalias y mocasines de miles de años antes de eso, recordaron los expertos. Aun así, los zapatos acolchados son más recientes y tienen solamente unos 300 años.
Milani, profesor de locomoción humana en la Universidad de Chemnitz, dijo que, según se sabe, los receptores sensoriales del pie detectan las diferencias en la superficie del suelo y transmiten señales al cerebro, ello ayuda al caminante descalzo a mantener el equilibrio, fortalecer los músculos y crear una conexión neuronal más fuerte entre los pies y el cerebro.
De ahí que la retroalimentación que recibimos de la tierra al caminar mejora nuestra propiocepción, o conciencia del cuerpo en el espacio, por lo cual como terapia para estimular los aferentes en muchas ocasiones se sugiere a los niños caminar descalzos sobre el pasto húmedo; son ejercicios que refuerzan el desarrollo, concluyó el investigador.