A todos nos ha pasado alguna vez que sentimos las piernas o los brazos adormecidos, como si una gran cantidad de hormigas caminaran por nuestras extremidades…
Normalmente se piensa que esta sensación es ocasionada por mala circulación o una postura incorrecta, pero el Instituto Nacional de Desórdenes Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares afirma que no solo se trata de eso, sino de una parestesia transitoria que, si se convierte en crónica, es peligrosa.
Aunque la mala circulación incluye un hormigueo y calambres en pies y piernas, esto es provocado por la grasa que bloquea el flujo sanguíneo de las arterias y se presenta con otros signos como arañas vasculares, várices, piernas hinchadas, cambio de color de las uñas de los pies, agotamiento y falta de rapidez en los movimientos, cambios de temperatura, piel dura y cicatrización lenta de las heridas.
Por el contrario, la parestesia transitoria es una sensación de adormecimiento en las manos, piernas, pies y/o brazos que no duele y se genera por la presión de un nervio. Cuando se convierte en crónica se debe a:
- Enfermedades ortopédicas o que afectan el sistema nervioso.
- Trastornos neurológicos.
- Existencia de un tumor cerebral.
- Lesiones en las cervicales.
La parestesia temporal puede tratarse con ejercicio, masajes y estiramientos. Si es continua, el tratamiento dependerá de la gravedad.
En ciertos casos, este padecimiento puede ser el resultado de la ansiedad y se manifiesta en diferentes partes del cuerpo:
- Cara: provoca la pérdida de sensibilidad en el rostro.
- Lingual: se produce un hormigueo en la punta de la lengua.
- Manos: va acompañada con una sensación de frío.
- Piernas: en ocasiones impide hasta la movilidad.
- Espalda: en ocasiones está acompañada por mareos, zumbido en los oídos o sudor.
Algo a destacar es que la parestesia también puede ser del tipo dental -por la presión de un nervio-. Consiste en la sensación de adormecimiento parcial, pinchazos o ardor, como si se arrastrara algo por la cara.
Un caso de este tipo ocurrió en Mallorca, en donde una paciente fue gravemente lesionada por un odontólogo. El médico tuvo que indemnizar a la víctima con 120 mil euros.