Al estrés se le conoce como la enfermedad del siglo XXI porque hay muchas situaciones que disparan la presión durante tiempos prolongados, ya sea por el trabajo, la familia, motivos económicos o un percance con los amigos, e incluso por cuestiones mínimas. Sin embargo, querer hacer todo y a la vez no poder hacer nada es contraproducente: además de afectar el plano mental, el cuerpo también se ve inmiscuido, principalmente el corazón.
El cortisol es una hormona que ayuda a recuperarse del estrés y a permanecer en un estado de homeóstasis (equilibrio) adecuado; no obstante, cuando aquel se incrementa afecta crónicamente la salud, causando efectos de riesgo cardiovascular como el síndrome metabólico y sus componentes y la aterosclerosis acelerada.
Un estudio publicado en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, valoró durante seis años las propiedades de la orina de 861 personas al azar en Italia, mayores de 65 años de edad y a través de una muestra (excluyendo a las que padecían insuficiencia renal), para medir los niveles de cortisol, conocido también como la hormona del estrés.
Se dividieron en grupos de tres. Los que tenían la hormona del estrés más arraigada presentaron cinco veces más probabilidad de sufrir una enfermedad cardiovascular que podría acabar con su vida.
Desafortunadamente, 186 pacientes murieron a lo largo del periodo de estudio, 41 de ellos debido a accidentes cerebrovasculares y ataques al corazón, en los que claramente se pudo observar que las altas cantidades de estrés estaban presentes. Es muy importante saber que cualquier situación que parezca no tener solución debe tomarse con cuidado y pensar antes de estresarse, ya que podría desencadenar en la muerte.