Cerrar un ciclo es concluir una etapa de la vida. Es una tarea complicada a causa del apego que se crea, ya sea hacia una persona, un animal o algo material.
Terminar una relación, dejar ir a un ser querido que falleció o cualquier pérdida que implique sentimientos en los que se van la alegría, la ilusión y la satisfacción de vivir, son ejemplos de situaciones que padece una persona e implican vacíos de los que no es fácil desprenderse con facilidad.
La psicóloga y psicoanalista mexicana Fabiola Cuevas explica en su blog Desansiedad que el problema de no cerrar ciclos se desencadena cuando la mente se queda atrapada en momentos pasados, impidiendo que se avance en el presente. El apego ata a cosas o personas, a veces sin sentido, por lo que recomienda seis puntos a seguir para soltar lo que hace daño y seguir adelante:
- Recordar: por más difícil que parezca, aceptar lo vivido y no pretender que no pasó.
- Perdonar: ser empático a manera personal, entender que se cometen errores y reconocer los aciertos que se tuvieron. En este punto también se considera necesario perdonar al causante del daño. No guardar rencores no significa que se va a regresar a lo que desencadenó el momento amargo; por el contrario, es una liberación personal.
- Repasar: Hacer un balance de las memorias que nos dejó el hecho, vivir el duelo con todo lo que conlleva (vivir la tristeza).
- Rendirse: no darle vueltas a la situación.
- Aceptar: no todo se puede controlar, el camino es aceptar lo ocurrido y dejar de pensar en el hubiera.
- Desprenderse: vivir las etapas del duelo (negación, ira, negociación, depresión, aceptación).
Un grupo de investigadores de la American Psychological Association realizó estudios con mil 200 personas a las que se les pidió que se imaginaran frente situaciones diferentes, como dejar su ciudad de origen, irse de la fiesta de su mejor amigo, entre otras.
Se concluyó que quienes cerraron sus etapas sin arrepentimiento sintieron mayor bienestar, por lo que el cierre de ciclos es un elemento de suma importancia para el bienestar emocional, interpersonal y profesional.
Cerrar un ciclo no se trata de olvidar o evadir la situación que dejó huella en cierto momento de la vida, sino de recordar con cariño, agradecer lo que se fue, asimilar la pérdida como una lección para crecer y aprender y continuar evolucionando en el aspecto emocional.