Todas ponemos nuestro mayor esfuerzo para mantener una actitud positiva en el trabajo, pero no se puede negar que de vez en cuando no hay nada mejor que quejarnos de nuestras actividades de oficina con nuestra pareja o mejor amiga.
Ya sea una sesión de desahogo sobre los almuerzos malolientes de algún compañero, la falta de espacio en el estacionamiento, los retardos de la chica de al lado o la pésima forma de vestir de la jefa de finanzas, todas nos hemos disgustado de nuestro empleo. Pero lejos de ser algo malo, la ciencia afirma que nuestras quejas podrían ser buenas para nuestra salud mental, además de mejorar nuestra productividad. Increíble, ¿verdad?
Según un reporte del Centro de Medición y Mejora del Bienestar en el Lugar de Trabajo, en España, solo seis de cada 10 empleados están satisfechos con la conciliación entre su vida privada y su vida laboral.
Para aquellas personas que se pregunten cómo mejorar algún aspecto que les disgusta en su oficina, dos expertas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) proponen que para comunicar adecuadamente sus quejas ante sus jefes primero hay que analizar lo que se quiere explicar y cómo comunicarlo es de vital importancia si queremos conservar nuestro puesto de trabajo, y que no se nos tache de “quejumbrosas crónicas”.
“Si tu disgusto se debe a que intentas mejorar tu productividad o la de tu empresa, es probable que, si sabes plantearla, sea bien recibida”, explica Eva Rimbau, profesora de Economía y Empresa de la Universidad a Distancia. Por esta razón, “el trabajador debe ser asertivo si quiere que sus problemas se tengan en cuenta”, añade Gina Aran, profesora del Máster de Dirección y Gestión de Recursos Humanos de la UOC.
Vanessa Pouthier, investigadora de la Universidad de Milbourne, estudió a un equipo de profesionales de la salud en un hospital de Estados Unidos durante todo un año. A lo largo del estudio, la doctora descubrió que lamentarse o bromear sobre el trabajo puede ayudar a mejorar el estado de ánimo y construir mejores relaciones entre compañeros:
Estos rituales de protesta ayudaron a los médicos y enfermeras a darse cuenta de que sentían lo mismo respecto a ciertas situaciones. Al participar en esas pequeñas reuniones, procesaron parte de esa energía negativa y se sintieron con más energía positiva.
En pocas palabras, hablar mal de tu trabajo puede aliviar el estrés, construir mejores relaciones y aumentar la productividad.
Según explica la profesora Aran, hay varios tipos de perfiles de quejosos: uno es “el que comunica sus problemas de modo que alteran el clima laboral y la capacidad de concentración del resto de los trabajadores”, que los califica de quejosos crónicos.
Otro es el típico “yo opino”. Se refiere al empleado que está todo el día criticando todo y siempre se siente inconforme. En este caso Aran considera que estas personas son “totalmente reconducibles” si se les implica en un proyecto que les agrade y en el que puedan sentirse integrados, para convertirse en empleados responsables y disminuir los rumores de pasillo.